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Análisis

manuel campo vidal

Tres borrascas: 'Gloria', Venezuela y Torra

Torra saluda a Torrent.

Torra saluda a Torrent. / EFE

Tres borrascas, y no sólo una, han azotado España. La que ha dominado los telediarios, Gloria, ha devastado la costa mediterránea y parte de Mallorca, dejando irreconocible el Delta del Ebro. Mientras, Trump, ajeno al impeachment contra él en Washington, arremetía en Davos contra los "catastrofistas climáticos". Sus aliados mantienen que arremetidas climatológicas violentas siempre existieron; cierto, sólo que no tan frecuentes. Eso es lo inquietante. A los daminificados se les ha prometido ayuda, pero aún están por pagar las de la DANA de hace sólo medio año.

Las otras borrascas podrían llamarse Venezuela y Torra. La visita por sorpresa de Juan Guaidó a Madrid, al que no ha recibido Pedro Sánchez, aunque sí su ministra de Exteriores, combinada con la escala en Barajas de la vicepresidenta de Maduro, Delcy Rodriguez, a la que saludó en un avión privado el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, ha conformado una ciclogénesis explosiva celebrada por la oposición.

El asunto Guaidó es muy relevante. Más allá de los recelos que genera, porque "se ha creído el personaje y toma decisiones precipitadas y por su cuenta, no siempre acertadas", en palabras de un opositor a Maduro, dos ex presidentes socialistas, Zapatero y Felipe González, opinan cosas contrapuestas. Para ZP, Sánchez hizo bien en no recibirlo; para González, lo contrario. A ZP poco crédito le queda en materia venezolana porque nadie entiende sus viajes a Caracas y su diálogo con el régimen corrupto de Maduro. En privado afirma que "me lo pidieron los americanos", se supone que para tener una vía de comunicación abierta, pero a pocos convence. Lo de Ábalos es menor. La oposición pide su cabeza pero el presidente no lo dejará caer porque "hizo todo lo que pudo para evitar una crisis diplomática y lo logró".

Entretanto, en el soberanismo catalán caen rayos y truenos. El president Torra se niega a acatar la decisión del Tribunal Supremo, que conllevaría dejar su acta de diputado, y se defiende comprometiendo a Roger Torrent, presidente del Parlament, hasta llevarlo al borde de tomar decisiones que podrían suponer su inhabilitación. Hay una fuerte tensión entre la Cataluña radicalmente nacionalista y la que no quiere separarse de España, pero aún es mayor entre los ex convergentes y los republicanos. Por ese conflicto interno, el 26 de octubre de 2017 Carles Puigdemont no convocó elecciones, con lo que se hubiera podido evitar el drama posterior. Por esa misma desconfianza y rivalidad máxima es muy difícil alcanzar acuerdos en el interior del nacionalismo.

Por suerte hay un sector de la población catalana que ha comenzado a sublimar tensiones por la vía del humor. Casi nadie cree en la capacidad del Gobierno de Torra para solucionar problemas, según encuestas de la propia Generalitat. Eso explicaría el éxito del libro Estábamos cansados de vivir bien del periodista Albert Solé, admirador del genial columnista Julio Camba, que califica el procés de "comedia" y de "revolución burguesa" y se ríe de Torra y Puigdemont, al que llama El Vivales, en sus feudos llamando "a salir del armario". Él escribe en Gerona y llena salones de risas donde presenta el libro, sea en Olot, Bañolas o Granollers. Humor y sátira desactivan el relato separatista.

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