TIEMPO El último fin de semana de abril llega a Sevilla con lluvia

DERBI Horario y dónde ver el Betis-Sevilla

Análisis

F. A. Gallardo pilar larrondo

El rey juan carlosRadiante boda del duque de Huéscar en MadridLa lengua de las cavernas

Doña Sofía fue una de las invitadas y accedió en coche al palacio de Liria

El padre de Felipe VI se encuentra en unas regatas en la Costa Azul

El hijo mayor de Carlos Fitz-James Stuart, actual duque de Alba, Fernando Fitz-James Stuart y Solís, duque de Húescar, y la mallorquina Sofía Palazuelo ya son marido y mujer. El llamado a ser un día el vigésimo duque de Alba vistió de caballero maestrante de la Real Maestranza de Sevilla en su enlace, como manda la tradición familiar. Es el mismo traje que Cayetano Martínez de Irujo vistió en 2005 en su compromiso con Genoveva Casanova. La novia optó por una elegante traje diseñado por su tía, Teresa Palazuelo. La ceremonia fue oficiada por el popular sacerdote sevillano Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp, amigo de la familia y que ya en su momento desposó a Cayetana de Alba con Alfonso Díez.

El enlace se celebró este sábado en una radiante mañana madrileña en el palacio de Liria. El recuerdo de la duquesa de Alba, abuela del contrayente, estuvo en los corazones de los 400 invitados a la boda, entre los que se encontraba la Reina Sofía, que acudió en representación de la Casa Real y que accedió al palacio en coche. El novio llegó al altar de la mano de su madre, Matilde Solís, con mantilla y vestido azul de Lorenzo Caprile, con una gargantilla de zafiros que perteneció a su madre, la marque de la Motilla. El padrino de la novia era su hermano Fernando.

En el acceso principal de Liria pasaron ante los curiosos y fotógrafos la mayoría de los primos del novio y nombres como el príncipe Pierre d'Arenberg, la escritora Carmen Posadas, los ex ministros García Margallo y Méndez de Vigo o Esperanza Aguirre

CUANDO era estudiante mi asignatura preferida era Lengua. El mundo de los complementos, las subordinadas, los distintos tiempos verbales y la etimología de las palabras me producían fascinación. Supongo que, frente a asignaturas como Gimnasia o Plástica, que yo me decantase por Lengua me convertía -y me convierte- en un bicho raro. Supongo, también, que mi amor por esa materia me hizo decantarme por el periodismo cuando me tocó enfrentarme al ¿qué quieres ser de mayor? Sea como fuere, realmente comprendo que nadie se decante por la Lengua, que nadie la escoja. Análisis sintácticos, palabras derivadas, campo semático... Se me antoja tedioso para alguien al que la inmediatez sirve de faro de guía.

Comunicarse con emoticos es lo que tiene, que nunca te plantees qué es un sujeto y por qué ha de estar coordinado con un verbo. Utilizar palabras comodín para absolutamente todo justifica que te importe un pepino de dónde proceden otras y cómo emplearlas en según qué contexto. No distinguir entre complemento directo e indirecto hace normal que no te chirrien laísmos, leísmos y demás atrocidades gramaticales. Frases cortas, diez palabras a combinar para comunicarse con el mundo, escribir dos párrafos y creer haber escrito el Quijote, nula comprensión lectora y peor capacidad expresiva. Eso es lo que prima ahora.

No podemos -y no debemos- culpar al poco amor que despierta la asignatura de Lengua (de pequeños muchos odiábamos la Educación Física y ahora vamos en manada a hacer crossfit). Quizás el escaso interés por la lectura, los malditos teléfonos móviles y la forma fugaz de comunicarse a través de ellos o la desgana generalizada nos estén llevando de nuevo a las cavernas. Donde los sonidos guturales eran el idioma oficial y pensar estaba tan sobrevalorado que los señores cavernícolas ni se sabían poseedores de esa capacidad.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios