JUICIO "Al Chicho no le vais a ver más. Lo he matado yo": el acusado del asesinato de Alcalá confiesa

Lo que plantea Feijóo al presentarse a la investidura sin contar con los apoyos necesarios parece una estrategia condenada a fracasar. En principio, 172 diputados atenderán su petición apoyo y 178 la rechazarán, así que lo más probable es que el Jefe del Estado proponga a Sánchez para que también lo intente más adelante. Tampoco sus cuentas iniciales están muy claras, pero en el PSOE existe más confianza en conseguir cuadrarlas que en el PP y la opinión pública también lo cree.

Sánchez se muestra más dispuesto que Feijóo a pagar generosamente el precio de los apoyos, pese a las grietas morales que puedan aparecer durante la negociación, tanto por el pago a unos pocos con recursos que son de todos, como por los episodios de injusticia circunstancial que puedan ocasionarse. Son nuestros representantes electos y el sistema les otorga el derecho a hacerlo, aunque cabe preguntarse por lo que elegirían los ciudadanos si tuvieran la posibilidad de pronunciarse. De lo que hay pocas dudas es que, si aquí existiera algo parecido a las segundas vueltas de otros países, las estrategias de los partidos serían muy diferentes. En concreto, mucho más volcadas en buscar el apoyo del centro ideológico y bastante menos radicales en sus planteamientos.

La curva de ideologías tiene forma de joroba debido a que la mayor parte de los votantes se posiciona en el centro del espectro. Es por ello que el teorema del votante mediando establece que, si se ordenan los electores por sus preferencias, el ganador será quien consiga el voto del votante mediano y esto explica que las ofertas de los partidos tiendan a moderase y a coincidir en torno a posiciones centradas durante las campañas electorales. Cuando la sociedad está tan polarizada como para que en la curva aparecen dos jorobas, los partidos pueden radicalizar sus ofertas, con el consiguiente deterioro del clima político general.

Lo particular de nuestro sistema electoral es que el aspirante a ser investido no ha de buscar el voto ciudadano, sino el de los partidos representados en la cámara. Las ofertas electorales de campaña son automáticamente desplazadas por las exigencias para la formación de mayorías, que muy probablemente conducen a la radicalización de los planteamientos. La política se aleja, de esta forma, de la sensibilidad ciudadana y permite explicar el distanciamiento entre ambos por el desengaño respecto de los valores que representan las instituciones, con la consiguiente crisis de legitimidad.

Pero volvamos a la investidura improbable. Desde el PSOE aconsejan renunciar para evitar un fracaso anunciado y quizá sea lo más razonable, si de verdad se tratase de un objetivo imposible. Otra cosa bien diferente es utilizar la dificultad para justificar la pasividad, como otras veces ha ocurrido. Mi opinión es que pequeños logros, como un debate en estas circunstancias abierto a la sociedad, pueden resultar beneficiosos y, si se repiten, pueden contribuir a la transformación social que todos los partidos defienden. Pensemos en los andaluces frente a la posibilidad de nuevos privilegios fiscales o políticos, de esos que afectan a la competitividad y, por tanto, al bienestar y el empleo.

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