La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El castigo de las bullas navideñas
Es curioso como el sanchismo y sus marcas blancas se revuelven en cuanto algún político de la derecha se comporta de forma desacomplejada. No aceptan la discrepancia, la polémica, ni la defensa de ideas propias desde convicciones que se pueden no compartir, pero que son perfectamente legítimas. No nos gusta que Tellado refiera la necesidad de “cavar fosas”. No es la oratoria más recomendable en una sociedad ayuna de mesura, concordia y diálogo, sobre todo en las fosas sépticas de las redes. No nos gusta que un ministro afirme que el presidente del Gobierno es el “puto amo” de Europa. No nos gusta el abuso del calificativo de “fascista” para todo. Pero hay una parte, siempre la misma, que ejerce una supremacía sostenida durante muchos años en una derecha acomplejada por efecto de los cuarenta años del franquismo. Si el pecado original de la derecha andaluza fue el error de no creer en la autonomía (“Andaluz, este no es tu referéndum”), el de la española es la sombra alargada del general. No falla. Cuando un dirigente de la derecha rompe el marco mental de la izquierda, saltan las alarmas y alguien suelta los perros rabiosos para que muerdan la tibia de quien se siente libre para opinar en contra de los criterios establecidos. Si la derecha pierde el complejo se convierte en extremista, si lo hace la izquierda es progresismo.
Los matices no se admiten en los temas que la izquierda considera como estandartes, en parte porque la derecha los ha hecho suyos para intentar ampliar su electorado. De Ayuso se pueden discutir muchas decisiones y criticar algunos discursos, pero hay un hecho probado:es la obsesión del presidente del Gobierno. Y ella le saca partido a semejante privilegio. Mantiene el comodín del público, está por ver la factura del caso del novio y de la firmeza de su posición. Es su carrera política y doctores tiene para llamar a consultas. Pero a cualquier observador le llamaría la atención de una trayectoria a contracorriente de su propio partido (recuerden cómo acabó Pablo Casado) y del potente marco mental de la izquierda. La sociedad está necesitada de una calma y un sosiego que nos devuelva la política aburrida de tiempos pretéritos, cuando, por ejemplo, el acto de apertura del Año Judicial era un trámite. Pero mientras eso ocurre, hay que romper inercias, supremacismos y modelos establecidos sobre la base de complejos del pasado. La aportación más interesante de una figura como Ayuso es su capacidad para poner de los nervios al sanchismo, romper los esquemas y liderar corrientes de opinión. Otra cosa será la gestión y si mantiene el comodín del público capitalino.
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