La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
Hay personas, demasiadas personas, que tienen un altísimo concepto de sí mismas, se consideran preparadas para todo lo que suponga poder y notoriedad. Siempre se dice que cada español tiene un seleccionador de fútbol en su interior y, por supuesto, un médico de familia. Y cada sevillano, añadimos, un catedrático de Arte que se sabe todos los estilos de los pasos de Semana Santa y de los retablos de los templos, preferentemente barrocos. ¿Y qué me dicen de la cantidad de gente que sabe montar un bar... y lo monta? Aquí nadie suele decir lo que muchas veces deberían decir los tertulianos tras el absurdo comentario inicial del “estoy de acuerdo con lo que acaba de decir mi compañero”. Alguna vez deberían decir:“Miren ustedes, no tengo ni pajolera idea de la venta de misiles, el contrabando de tabaco o las relaciones entre Taiwán y China”. Nadie. Aquí todo el mundo vale para ministro. Y además de verdad, porque viendo lo que hay sentado en la bancada azul...
Pues Álvaro Peregil ha dado una ejemplar espantá al renunciar a tomar posesión del cargo de presidente de la Asociación Provincial de Hostelería. ¡Sí, señor! Ha dicho que lo siente por sus compañeros, pero que él no es la persona adecuada. Estábamos encantados con Peregil y su buen talante y sentido común al frente del gremio de los hosteleros cuando nos hemos quedado todavía más maravillados con su espantá, un gesto del que tantísimo político mediocre debería tomar nota. Zapatero (ojú) a tus zapatos. La degradación de la vida pública es de tal intensidad que están llegando a determinados puestos quienes hace treinta o cuarenta años jamás hubieran soñado con hacerlo. Y la gente se cree que vale y después ocurre lo que ocurre. Nunca es tarde para dar el paso atrás, que en el caso de Peregil es dar el paso para recolocarse en su sitio: sus negocios de la calle Mateos Gago y el que tenía su recordado padre en la Plaza Padre Jerónimo de Córdoba, donde tantas veces se atiende a deshoras a periodistas y a las cuadrillas de costaleros.
Peregil ha visto que lo iban a volver loco entre unos y otros, cuando él es de estilo directo, de tirar por la calle de en medio y de ser el ojo del amo en sus establecimientos. Seguro que los hosteleros, guiados por su patrona, Santa Marta, encuentran a alguien del perfil adecuado. Algunos tendrían que valorar muy positivamente el gesto de Peregil, nos iría mejor como sociedad, sufriríamos menos ineptos en tantos cargos. Nuestro tabernero tiene claro que lo suyo es el pantalón de pinza, la camisa blanca, el chaleco de cuello de pico y el delantal blanco. “Lo siento, pero no puedo”. La frase pide mármol junto a la lista de tapas. ¡Bravo por Peregil!
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