Patio de Banderas, Patio de las Colchas

La estampa de la ropa tendida con la Giralda de fondo recuerda a la de los corrales de vecinos de los años cuarenta

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La importancia del tío de los botellines

El Patio de Banderas, en la tarde del pasado sábado.
El Patio de Banderas, en la tarde del pasado sábado. / M. G.

11 de noviembre 2025 - 04:00

Qué hermosa la sevillana del Pali: “En el corral del Conde hubo un casorio, la hija de la casera y un tal Liborio”. Sevilla sigue oliendo a corral en tantas ocasiones como España a pueblo. La ventaja de la turistificación desbordada, la que denuncia la asociación Sevilla Se Muere, es que volvemos a la ropa tendida en los balcones, los bañadores puestos a secar en la ventana y a todo el centro de la ciudad convertido en un gran tendedero. Retornamos a la contemplación del personal en pijama, con el torso desnudo o con cualquier taparrabo al paso de una cofradía, de Su Divina Majestad o de cualquiera de los muchos atractivos de la Sevilla de los Excesos (el copyright es mi alcalde Oseluí, que aquí no mangamos nada). Sevilla huele a corral del Conde –del de antes de la rehabilitación de Ignacio Medina en los años ochenta– en el mismísimo Patio de Banderas, convertido en Patio de las Colchas. Qué estampa más vintage, de la Sevilla en blanco y negro, del costumbrismo más trasnochado. La Giralda de fondo. Y en primer plano las toallas, la ropa de casa, las mantas... Con sus palillos bien colocados para frenar las corrientes de Eolo. Que ya sabemos la de veces que cambia el viento en esta ciudad que pasa de la exaltación al castigo en menos que tarda en llegar el tranvibús, de premiar a un empresario a tratar de derribar su negocio, de tener falsa admiración por el luchador a ponerle piedras en la rueda en cuanto consigue la meta. Aquí pasamos de dejar dormir la siesta en el hotel siempre que se almuerce en el establecimiento, a pedir que no vengan más chinos porque no se puede andar por el centro. Gracias al turismo se rehabilitan casas, nos cuentan. Cierto. Y vemos la ropa tendida como en los años cuarenta. Sevilla, ciudad poliédrica, cambiante, de extremos.

Nos acercamos al centenario del 29 con el objetivo de evocar, rememorar, recordar. ¿No somos capaces de algo más? Los hechos, tozudos ellos, nos devuelven ciertamente a esas estampas de colchas al sol. Una ciudad que mira constantemente por el retrovisor es porque tiene la certeza de que su pasado es mejor que su presente. El pasado, además, se puede idealizar, limpiar de aristas y admite todos los filtros. El futuro, ay, cualquiera sabe. Cuando vemos el Patio de Banderas convertido en el Patio de las Colchas asistimos a la Sevilla de los años 50, que como ahora, era de los extremos: ropa tendida y Ava Gardner con al alminar de fondo. Hoy, muchos hoteles de cinco estrellas y Cáritas dándonos el baño de realidad con las estadísticas de la exclusión social. Siempre hay colchas, la Giralda y un tal Liborio. Mejor la vía de la idealización, se sufre menos. Y si la ropa tendida es de turistas, entonces es productiva. Todos callados.

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