Alfonso Guerra, ebanista de la Constitución, el tercero de los Machado

XIII Premio Clavero

Junto a Felipe González, el viejo librero escribió una noche hermosa en los cielos del Alcázar de Sevilla

"Estamos en el umbral de una mutación constitucional"

Fotos de la entrega del Premio Clavero a Alfonso Guerra

De izquierda a a derecha, José Joly, Alfonso Guerra, Felipe González y Concha Yoldi. / Antonio Pizarro

Patio de la Montería del Real Alcázar de Sevilla, una noche para la historia, para la historia política de España y para la historia emocional de Sevilla. De Andalucía. Los cuatrocientos invitados lo van asumiendo a la vez que escuchan a Alfonso Guerra y a Felipe González, hay un silencio africano que no sólo es señal de respeto, sino de admiración por lo que allí está pasando. Hay dos singularidades en esta entrega del premio Manuel Clavero: Alfonso Guerra, el galardonado, es el primero, Felipe González, su presentador, quien hace el laudatorio, es su segundo. La siguiente: Guerra, a sus 85 años, vuelve a ser el librero de la plaza del Salvador, es el tercero de los hermanos Machado. Ni Antonio ni Manuel, Alfonso.

Esta historia comienza hace algo más de 60 años en un garaje de la calle San Vicente, donde trabaja Alfonso Fernández Torres, un socialista jiennense, abogado y represaliado, que a la postre sería el origen del grupo de jóvenes sevillanos que reconstruiría el PSOE y que llevaría a España a la plena integración en Europa. Fernández Torres es casi lo único que le ha quedado al PSOE en el interior, Rodolfo Llopis, quien le escribe unas cartas desde Francia que rozan la paranoia natural de todo exiliado, es el secretario general.

En 1974, Alfonso Guerra, con 14 años de militancia, organiza el congreso federal de Suresnes, junto a París. Cuando Felipe González llega, después de una extraña ruta por el Portugal de los claveles, se encuentra con que todo está preparado, su colega sevillano ha levantado un reloj suizo. Mitterrand, a quien nunca le gustaron los socialistas españoles, está admirado. González sale elegido secretario general del partido, aunque como repitió anoche eso no estaba escrito en la hoja de ruta del congreso.

Los dos vuelven a cruzar la frontera hacia España. "Lo que tenga que ser, será, todo menos el exilio". Felipe González se lo explica a Guerra, es 1974, ocho años después, sólo ocho años después, uno se convertiría en presidente de Gobierno y el otro, su vicepresidente, y en el mismo orden gobernarán el PSOE que han reconstruido desde las cenizas del exilio y los pequeños grupos de Madrid, País Vasco y Andalucía. En esa frontera, como Rick y el capitán Renault, en Casablanca, surge una primera amistad.

Suresnes es el momento fundacional del PSOE. En esta noche del patio del Alcázar hay otros socialistas que también estuvieron en ese congreso, los ex presidentes José Rodríguez de la Borbolla y Manuel Chaves. Chaves es el presidente que más años ha estado al frente del Gobierno de la Junta, ganó todas las elecciones a las que se presentó y se anota un hecho extraño en política, tras perder la mayoría absoluta y gobernar con los andalucistas, volvió a recuperarla.

Borbolla y Chaves. En los años noventa se produce una división en el PSOE que tiene su origen en Sevilla, en Andalucía. Felipe González y Alfonso Guerra se distancian, Felipe se dedica al Gobierno y Guerra, al partido, y Guerra parece mandar más que Felipe. Rodríguez de la Borbolla, que es presidente de la Junta, no repetirá en las elecciones, le releva en los carteles Manuel Chaves, al que se supone guerrista aunque rompió en el felipista más destacado.

Esta noche del Alcázar se han enterrado todas aquellas disputas. Hace tiempo que están sepultadas. Alfonso Guerra, ese singular personaje que combina la sagacidad de un zorro con la bondad machadiana, ha ido recomponiendo todas aquellas amistades. Con Borbolla, con Pepe Caballos, que también está en el Alcázar y que fue el origen del origen de la disputa. Aún tiene 85 años, y tal como adelantó anoche, todavía le queda lo mejor por vivir, quizás aún resten algunas amistades que recuperar.

Las que nunca perdió, al cuerpo de eso que se llamó el guerrismo, también le acompaña esta noche, Paco Moreno, Rafael Delgado, Antonio María Claret, Alfonso Garrido... Y Juan Carlos Rodríguez Ibarra, el primer presidente de la Junta de Extremadura. Hay cuatro ex presidentes, porque a Chaves, Borbolla e Ibarra, hay que sumar a Susana Díaz, que ha bebido de todos ellos, pero que tiene una predilección especial por Guerra y Felipe.

González hace el retrato machadiano de Alfonso Guerra. "Es bondad", subraya. Quien fuera el malo de la pareja más célebre del siglo XX es el más bueno de los dos, el hombre que ama a sus nietos y a los niños. Felipe pone los puntos sobre las íes: Guerra, por sí mismo, ha sido uno de los dos personajes políticos claves sin cuya contribución la Constitución Española no habría sido la de todos los españoles, la primera Constitución pactada de la historia del país.

Horas de trabajo, noches de café y cenas sin mucho condumio sirvieron para que Fernando Abril Martorell, vicepresidente del Gobierno con Adolfo Suárez, y Guerra pactasen a derecha e izquierda los puntos más complicados de la Carta Magna. No es uno de los siete padres de la Constitución, pero es su ebanista. Sólo por eso habría pasado a la historia.

Por eso, porque estuvo en las entrañas de la Constitución, su crítica a la deriva confederal de España tiene mayor sentido. Silencio sepulcral. Demos, dijo Guerra, por constitucional a la ley de amnistía, como el pulpo por animal de compañía, aunque hasta los magistrados que la han refrendado saben que no es así, pero cuidado con la mutación que está en marcha, con la reforma fiscal del Estado desde Cataluña.

Entre el público hay cuatro consejeros del Gobierno de Juanma Moreno. Uno de ellos es la de Hacienda, Carolina España. Toma nota. Los otros son Antonio Sanz, José Antonio Nieto y Rocío Blanco. Hay un PP al que le gusta mucho Guerra, aunqe hace décadas fuera el objetivo de todos los dardos. "Sólo se tiran piedras a los árboles que están cargados de fruta", recuerda el ex vicepresidente.

El nuevo PSOE, el de Pedro Sánchez, también está, hay mucha cordura aún en la organización. Javier Fernández, secretario provincial del partido en Sevilla, se va contento, también los admira. A pesar de las diferencias. Como Manuel Chaves, José Caballos, Antonio Muñoz o Rafael Recio, viceportavoz en el Parlamento andaluz. María Jesús Montero no está, pero ha hablado con los que han ido, es socialista y es sevillana, y sabe quién es la pareja, el mejor estadista que tuvo España en el sigo XX y el constructor del PSOE y ebanista de la Constitución.

Alfonso Guerra acaba su discurso, se emociona. ¿Lágrimas? El malo no tan malo también llora. Es el principio de una gran amistad. Con todos.

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