Los buenos de esta historia no son ni rojos ni azules

Calle Rioja

Memoria. A partir de cosas que le contó su madre y vivió su padre, Aurelio Verde construye una isla de amistad en el archipiélago del horror que fue Sevilla en los días de julio de 1936

Aurelio Verde, en la calle Betis donde nació y pasó su infancia y a la que ha vuelto en su novela 'El suspiro de la flor'. / José Ángel García
Francisco Correal

17 de julio 2021 - 05:00

POETA Feliciano Gutiérrez Lomas. Las mismas iniciales que su amigo Federico García Lorca. El mismo destino en aquellos días trágicos de julio de 1936. Uno, dirección Granada; el otro, dirección Sevilla. Dos vidas paralelas con colofón neoyorquino que es una licencia poética de Aurelio Verde, autor real y anónimo narrador de la novela El suspiro de la flor, con la que quedó finalista de la 52 edición del premio Ateneo de Sevilla de novela.

"Pese al trasfondo dramático, a los trágicos sucesos que tuvieron lugar, esta novela es un homenaje a la familia, a los amigos y a una época de la historia de la ciudad". Aurelio Verde nació en el número 7 de la calle Betis, la calle en la que está el refugio que a modo de fortaleza, de El Alamo trianero, sirve de protección del poeta buscado por los sicarios de la guadaña por rojo, por homosexual, por demasiado receptivo a las demandas de la Sevilla más pobre y vulnerable, la de los corrales de vecinos.

Una información periodística sobre una novela no debe dar demasiada información sobre su contenido. Baste decir que hay momentos de Sam Peckinpah y otros propios de una película de Berlanga. Un homenaje a los amigos, los que salvan la vida del poeta sevillano en los que el lector encontrará cameos de amigos reales, con nombres y apellidos, que el autor prefiere mantener en esa duermevela entre la realidad y la ficción.

En tiempos de autoficción, Aurelio Verde (Sevilla, 1948) exprime ese género. "A mi padre, que era marino mercante, en la novela lo convierto en el hermano que no tuve". Su padre, Felipe Verde, siempre estaba navegando, el 18 de julio de 1936 estaba en el Cabo San Vicente en el puerto de Buenos Aires, y de aquellos hechos de 1936 quien mejor informó a Aurelio fue su madre, Rosario Carmona. "Me explicaba los puntos de fusilamiento que había en Triana". En la novela sale el que estaba en las tapias de la Junta de Obras del Puerto, donde ahora está Labradores. El mismo lugar del que salieron las naves que hace cinco siglos completaron la primera vuelta al mundo al mando de Magallanes.

Una novela en familia. Algo contó Aurelio Verde en Cartas de navegación. "Yo tenía que haber nacido bastantes años antes". Una juventud sobrevenida que le regalaron sus padres. Tenían previsto casarse el 5 de octubre de 1936 (fecha que el autor asigna a la boda de su ficticio hermano Felipe); la guerra frustró el enlace; tampoco pudieron hacerlo en 1939. La boda se celebró finalmente en 1941. A esta Sevilla del 36 la acompañarán en trilogía dos novelas sobre la Sevilla del 44 y del 48, el año que nació.

Miguel, José Manuel, Ricardo… son los amigos del poeta y del narrador. Sevillanos duchos en las letras, en la música, en la pintura. El primero es ayudante en la cátedra de Jorge Guillén, que le dirige una tesina sobre la influencia de Quevedo en Valle-Inclán. "Eso me lo inventé. Yo estudié Químicas y trabajé para una multinacional alemana". Ha escrito sevillanas para Amigos de Gines, Los Romeros de la Puebla, El Pali, Chiquetete o el grupo Albahaca, del que Paco Lola presta parte de su personalidad a uno de los pasajes más surrealistas de la novela.

Se habla de Lorca, de Alberti, de Guillén. No aparece Luis Cernuda, pero sí Glasgow, donde escribió Ocnos, porque es la ciudad escocesa de Kathy Allison, que estudió Filología Hispánica y vino a perfeccionar el idioma a Sanlúcar de Barrameda. Es la actual compañera del autor, que también rinde tributo a sus hijos Aurelio y Lola y a la madre de éstos, que aparece como enfermera.

Lo que no es ficticio es la presencia de Queipo de Llano o Pepe Díaz en diferentes momentos de los hechos.

El autor coincide con Chaves Nogales en que aquella guerra que empezó en julio del 36 fue un laboratorio, una profecía macabra entre potencias extranjeras. El puente de Triana y el río simbolizaban la fractura entre dos clases sociales, entre las dos Españas. ¿Por qué una guerra tan larga, tan cruenta, duró en Sevilla tan poco? Lo que duró fue la posguerra. "Los buenos de esta historia no son rojos ni azules", escribe Aurelio Verde. A su padre lo llamaron de la Embajada de España en Buenos Aires. El embajador en persona tenía un mensaje para él. Cuenta su hijo que acudió lleno de temores. "Sólo era para decirle que el Gobierno de Franco le pedía que escribiera menos cartas a su novia; todas tenían que pasar por la censura y estaban saturados de trabajo". Todas esas cartas de amor están ahora encapsuladas en esta novela del romance de Federico y Feliciano, un abrazo entre la Alhambra y la Giralda, el Darro y el Guadalquivir.

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