la lucha contra la vulnerabilidad de Cáritas

Mucho más que el reparto de comida gratis

Antonio Muñoz, voluntario y director de la Cáritas de la parroquia de San Sebastián en Alcalá de Guadaíra, durante una acogida.

Antonio Muñoz, voluntario y director de la Cáritas de la parroquia de San Sebastián en Alcalá de Guadaíra, durante una acogida. / José Ángel García

Él anhela volver a tener un trabajo que a sus 53 años no llega. Ella, con 45 años, sólo quiere vivir su propia vida. Las historias de, llamémosles, Manuel y Carmen, siguen dos caminos muy diferentes, pero que hoy, y a través de la ayuda de Cáritas, se encuentran en vías paralelas. Uno, abogado de profesión en paro tras encadenar varias depresiones y obligado a abandonar su acomodada vida en Barcelona para acabar viviendo de la pensión de su madre; y, la otra, desvinculada de una vida, que no era la suya, junto a una familia adinerada, víctima de su pasado y que acabó viéndose casi sin recursos.

Ambos dicen que "sobreviven" gracias a la "ayuda integral" que reciben de la ONG católica. Y es que, evidentemente, y lejos del sentir general, no todas las personas que se acercan a los Servicios Generales de Cáritas Diocesana en la provincia tienen la necesidad de recibir aquellas populares bolsas de alimentos que históricamente se han vinculado a este organismo.

"Cáritas es mucho más que eso. Cubrir la necesidad de alimentos es un recurso más, pero aquí se ofrece una ayuda más integral. Se trata de un trabajo de acompañamiento a las familias. La ayuda de alimentación no es la ayuda de Cáritas. Es la que imagen, quizás, más visual que se ha mostrado, pero que, realmente, está muy lejos de la acción que hace Cáritas", afirma el coordinador del arciprestazgo de Alcalá de Guadaíra (que engloba seis parroquias en la localidad) y voluntario y director de la Cáritas de la parroquia de San Sebastián del municipio, Antonio Muñoz.

Por lo general, los beneficiarios llegan a Cáritas desde las parroquias, que son los puntos al que acuden las personas que pasan por dificultades y buscan una mano tendida. Allí, una red de voluntarios se pone rápidamente manos a la obra. "Son el gran valor de Cáritas. Los voluntarios son los que están cerca y al lado de las personas que atendemos. Tenemos técnicos que ayudan y orientan a la red de voluntarios, pero la valía real de este sostén permanente la tienen los equipos de voluntarios", explican desde Cáritas. Son 2.700 en toda la provincia.

Antonio es uno de ellos. Lleva casi 30 años en Cáritas y cuenta la evolución desde entonces de la ayuda que presta la ONG, tradicionalmente vincula, y reducida, al reparto de comida.

"En mis orígenes aquí, allá por el año 1997, recuerdo que en las Cáritas eran mucho más importante los almacenes donde se guardaban los alimentos para repartir que los despachos donde se hacían las acogidas", explica Muñoz. Con el paso del tiempo, un cambio de filosofía en el programa de asistencia material a personas en situación de vulnerabilidad, y a fin de "dignificar la necesidad", "evitar las extendidas colas del hambre y la estigmatización de las personas por estar en una determinada situación" y "hacer posible que los beneficiarios puedan decidir qué prefieren consumir" -explica-, se han introducido dos nuevas vías de ayuda asistencial: la económica en metálico y las tarjetas monedero o vales de supermercado.

"Nos dimos cuenta de que realmente no había proceso de acogida, sino que lo que se estaba haciendo era seguir generación tras generación haciendo lo mismo que habíamos hecho siempre. Llegaban las familias e, independientemente de lo que necesitasen, se les daban las bolsas de alimentos", detalla el voluntario. "Tras formarnos y apoyarnos en los técnicos -trabajadores sociales que trabajan ahora en el acompañamiento a las familias de la entidad- nos dimos cuenta de que eso era absurdo porque a muchas familias no les soluciona nada el tener una bolsa mensual de alimentos porque tienen otro tipo de necesidades. Así es cómo se decidió no repartir más alimento", indica. 

Un voluntario de Cáritas da indicaciones sobre el uso de la tarjeta monedero a una beneficiaria. Un voluntario de Cáritas da indicaciones sobre el uso de la tarjeta monedero a una beneficiaria.

Un voluntario de Cáritas da indicaciones sobre el uso de la tarjeta monedero a una beneficiaria. / José Ángel García

Con este nuevo sistema, que aún está en vías de aplicación, se da al beneficiario algo tan básico como el poder decidir, por ejemplo, si en casa gusta más la leche entera o desnatada. O el sabor del zumo. Así como el  tener la opción de entrar a un comercio, como el resto de ciudadanos, y comprar lo que se prefiera, cuando se quiera, o, simplemente, decidir si se compra en una gran superficie o en el comercio de toda la vida del barrio. El objetivo es "normalizar la cobertura" de una necesidad y "dignificarla", explican desde Cáritas. 

Todo ello implica un posterior trabajo de acompañamiento y seguimiento que se hace con las familias beneficiarias. "Hay una parte importante en ese proceso que tiene que ver con un control sobre alimentación digna, saludable y, sobre todo, que sea coherente con la realidad de la familia. Se trata de un acompañamiento educativo", explica al respecto la trabajadora social de Cáritas que acompaña a los beneficiarios en la localidad alcalareña, Gloria Rivas. "Hemos pasado de entregar únicamente alimento a que éste sea sólo una forma más de ayudar. Tenemos familias que tienen recursos para pagarse su alimentación, pero por ejemplo, no tienen para cubrir los gastos de ciertas medicinas, pagar el alquiler o necesitan hacer un curso de formación. Y ahí también está Cáritas. El abanico de ayuda que ofrecemos es mucho más amplio. Es el intentar en una situación de vulnerabilidad en la que puede caer cualquier, acompañar para salir de ella y, en el camino, se ofrecen los recursos que están en nuestras manos para ayudar a salir", añade el voluntario de Cáritas.

"Pasé de una vida que creía perfecta a verme con 42 euros en el banco"

"Me casé muy joven y, hasta que me di cuenta, pensaba que estaba viviendo una vida muy perfecta", comienza diciendo Carmen (nombre ficticio). "Cada vez que intentaba avanzar, estudiar y formarme, o abrir un negocio, se me apartaban esas ideas porque mi misión allí era cuidar de los demás. No me daba cuenta entonces de lo que eso significa realmente", añade. Fue "al caer mala" -está diagnosticada de una enfermedad crónica en estado avanzado-, cuando se dio cuenta de "lo poco valorada que estaba".

Se armó de valor. Rompió con esa vida. Pero las secuelas de aquello, la sumieron en una depresión que se vio agudizada al verse casi sin recursos, víctima, de nuevo, precisamente, de la que había sido su vida. "Tengo bienes, tengo coche, tenía dinero, eso lo digo en pasado, pero esa situación que atravesaba me hizo hundirme. Vivo con una pensión de 400 euros y de ahí se cobran todos los gatos de vivienda y demás. Llegó un momento en el que vi con 42 euros en el banco, una niña con 18 euros estudiando, muchas facturas por pagar y un descontrol que me llevó a pensar en muchas locuras. No tenía ni un vaso de leche", relata emocionada. Una necesidad extrema de la noche a la mañana que la llevó, incluso, a abandonar su tratamiento por no tener para pagárselo. 

Dice que, "sin saber cómo", levantó un día el teléfono y pidió ayuda a una amiga. Así llegó a Cáritas. "Me he visto ahogada víctima de mi propia vida. Como no estoy separada, a los ojos de la sociedad tengo recursos y bienes gananciales, pero de los que no puedo disponer. Sin embargo, eso me cerraba puertas. No tengo derecho a ninguna ayuda o, simplemente, a poder tener un abogado de oficio por esos bienes que me persiguen y que realmente no tengo", insiste. 

No se arrepiente de esa llamada a sus "angelitos". En Cáritas encontró un balón de oxígeno. "Encontré aquí una ayuda para todo. Un pilar donde sujetarme. No tengo palabras para describirlo. Me han guiado porque yo llegué aquí perdida. Tenía un descontrol del que sola ni hubiera podido salir. Lo tenía todo en mis manos, pero no lo sabía unir. No sabía dónde agarrarme", recalca.

Ahora, apenas unos siete meses después de esa llamada de auxilio, Carmen está encarrilando su vida. Ha "abierto los ojos", dice. La ONG le proporciona ayuda económica, acompañamiento emocional, atención psicológica y recursos de formación y de búsqueda de empleo para abrir nuevos horizontes en su vida laboral. Básicamente, coinciden desde Cáritas, se le ha "empoderado".

"Encontré una guía. Recibo ayuda económica, sí, fue lo primero que obtuve y me permitió recuperar una parte de mi vida que creía perdida, la de poder comprar en mi barrio de toda la vida. Eso es lo material, pero también en el terreno emocional me siento plenamente ayudada. El solo hecho de saber que me toca ir al curso, me motiva a levantarme en esos días grises en los que te taparías la cabeza con una manta", sostiene.

También la intermediación que se hizo con ella desde Cáritas, permitió abrir aquellas puertas que antes se había encontrado cerradas. "Trabajamos en coordinación con otros recursos. La intermediación que hacemos desde Cáritas, con un conocimiento del grueso de la situación, hace que se activen recursos que de otra forma sería imposible porque a veces las personas no cuentan con la fuerza necesaria para hacer frente a una situación determinada porque, precisamente, la situación de vulnerabilidad te pone en un plano distinto y siempre se juega en desventaja", concluye la trabajadora social de Cáritas, Gloria Rivas.

"Soy abogado, tenía mi despacho y me he visto viviendo de la pensión de mi madre"

Manuel (nombre ficticio) llegó a Cáritas tras verse obligado a dejar atrás una vida acomodada en Barcelona. Allí tenía su propio despacho de abogados, pero la crisis económica de 2008 se lo llevó por delante. Eso, unido a un abandono matrimonial inesperado tras un viaje de su pareja del que nunca regresó, dio un giro radical a su vida. "Otra persona, quizás, lo hubiera llevado de otra forma, pero yo caí en una depresión y no veía salida. Me vi solo, con un niño de 4 años, sin trabajo y abandonado por mi pareja", cuenta. Recomendado por su hermano viajaron a Alcalá de Guadaíra porque le dijeron que aquí había mucho trabajo. "La cuestión es que llevo catorce años sin trabajar", lamenta.

Tras agotar la única ayuda pública a la que pudo optar, y quedar en casa sólo con los 350 euros de la pensión de su madre para cuatro personas y un alquiler de 500, se vio empujado a buscar ayuda. Así llegó a Cáritas. Como en el testimonio anterior, su primera toma de contacto fue a través de esa renovada ayuda alimenticia. En su caso, es beneficiario de la tarjeta monedero, pero también recibe ayudas para el alquiler y forma parte de la red de usuarios de los cursos de empleabilidad y orientación laboral que ofrece la ONG católica para facilitar el encuentro de un empleo a sus beneficiaros.

"Yo tenía una vida completamente estructurada y de pronto y porrazo se vino todo abajo. Me vi solo, desamparado, el palo de mi mujer sin esperarlo porque, yo creía, que nos iba muy bien, y no fui capaz de afrontarlo. Me hundí", cuenta, antes de hacer una pausa para tomar aire.

Dice que en Cáritas encontró que le abrían "las puertas del cielo". "Hemos pasado de tener la nevera prácticamente vacía a poder comprar como cualquier hijo de vecino dignamente en nuestro supermercado. Pero no me quiero quedar ahí, que es muy importante, pero lo que de verdad siento desde que llegué a ellos es el tener un acompañamiento, el no estar solo en este bache del que sé voy a salir. Los cursos de formación que he recibido y el de empleabilidad me han dado mucho también. Buscar empleo no es lo que yo hacía durante horas detrás de un ordenador echando ofertas de trabajo, es saber cuáles son mis cualidades y ofrecerlas. Aquí se da una ayuda integral. No sé cómo agradecerlo, la verdad", sostiene y concluye: "Lo importante es que sé que con esta ayuda va a llegar el día en el que pueda decir a Cáritas adiós, agradecer todo lo que hecho por mí y recuperar mi vida". 

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