Cazadores de mosquitos en la zona cero del virus del Nilo
Un grupo de científicos, técnicos y agentes de salud sigue los pasos del ‘Culex pipiens’ en los puntos calientes de la provincia para la cría de este insecto con el objetivo de contener la expansión del patógeno
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Apenas ha salido el sol y ya están en marcha. Cargan trampas, hielo seco, redes y mochilas en vehículos todoterrenos que recorren caminos de tierra, arrozales, bordean el río Guadalquivir y se detienen en zonas verdes urbanas en pueblos como La Puebla del Río. La llamada zona cero del virus del Nilo Occidental (VNO). Van en busca del Culex pipiens, el mosquito común, una especie nativa, abundante y extremadamente fértil, que en condiciones determinadas puede convertirse en el vehículo de un patógeno que ha ya demostrado ser cruelmente mortal.
Sergio Magallanes, investigador de la en la Estación Biológica de Doñana-CSIC, y parte de uno de los equipos de vigilancia de vectores en la provincia de Sevilla, recuerda bien el verano de 2020, cuando el primer gran brote de VNO en la cuenca del Guadalquivir causó 77 casos humanos, 8 fallecidos y una alarma sanitaria por la picadura de un mosquito sin precedentes en la historia reciente en la provincia. También el 2024, con once muertos en Sevilla.
"Fue un punto de inflexión. Desde entonces, sabemos que la prevención no puede ser estacional y se ha intensificado la vigilancia", afirma. "Se ha logrado mejorar la anticipación a los brotes y coordinar acciones entre administraciones. El sistema ha demostrado que este trabajo permite ganar entre 20 y 30 días de margen para mitigar el impacto del virus, y alertar a la población vulnerable, especialmente personas mayores, ya que hemos podido conocer que la detección de mosquitos infectados se da en torno a un mes y 20 días antes del primer caso en humanos", añade.
El VNO es un virus transmitido por mosquitos del género Culex. En la mayoría de los casos, la infección en humanos es asintomática o leve, pero en un pequeño porcentaje puede causar encefalitis o meningitis, con secuelas neurológicas graves o incluso la muerte. Aves y équidos son los principales huéspedes del virus, y los mosquitos actúan como vectores. Aunque parezca una amenaza lejana, el virus del Nilo Occidental fue el responsable el año pasado de 11 muertes en la provincia y decenas de hospitalizados. "El mosquito común es más que una molestia. Es un transmisor silencioso de enfermedades graves, tanto para las personas como para los animales, especialmente aves y caballos", recuerda Sergio.
La vigilancia que no duerme
Su labor forma parte del Programa de Vigilancia y Control Integral de Vectores de la Fiebre del Nilo Occidental, coordinado por la Consejería de Salud y Consumo de la Junta de Andalucía, que reúne a más de 400 inspectores de Salud Pública, técnicos ambientales, investigadores del CSIC, veterinarios, famacéuticos y ayuntamientos. Su rutina se ha convertido en una carrera contrarreloj contra la biología del mosquito y los ciclos del virus. “No esperamos a que haya casos humanos. Trabajamos para que no los haya”, explica.
"No esperamos a que haya casos humanos. Trabajamos para que no los haya"
El programa no sólo busca al mosquito. Vigila a los pájaros y caballos, analiza el terreno, clasifica zonas de riesgo e informa a las autoridades locales para que activen campañas de fumigación y sensibilización cuando sea necesario. Todo depende de un engranaje que empieza, literalmente, en el campo.
“Trabajamos con trampas BG-Sentinel, que simulan el aliento animal liberando CO₂ con hielo seco. Atraen a los mosquitos hembra, los que pican para alimentarse y reproducirse”, cuenta Sergio mientras supervisa una de ella en pleno casco urbano. Estas trampas, alimentadas con hielo seco y ventiladores de 12 voltios, imitan la respiración humana o animal para atraer a los mosquitos. La clave está en el dióxido de carbono que emiten, que los mosquitos detectan a distancia.
Las trampas se colocan por la mañana, en zonas con vegetación que ofrezcan sombra y refugio y ocultas, para evitar que sean vandalizadas.
En concreto, en La Puebla del Río se dejan los lunes y se recogen los martes. Tras 24 horas, los técnicos las recuperan para llevar las capturas directamente al laboratorio, sin romper la cadena de frío. “En el momento en que los sacamos hay que matarlos y congelarlos de inmediato. Se congelan a −80 °C y ya esa cadena no se rompe”, señala el investigador.
En 2025, en Andalucía se ha instalado 147 trampas distribuidas por sus ocho provincias, centrándose en los 104 municipios clasificados como de riesgo alto, entre los que se encuentra La Puebla del Río. La densidad de los mosquitos no es la misma en todas las localizaciones. En un recorrido por la localidad y sus puntos estratégicos, el escenario más propicio para la circulación del virus es la zona del pueblo próxima a los arrozales. En sus proximidades se pueden ver algunas larvas intentando sobrevivir a la ardua vigilancia establecida por las administraciones. Es la localización en la que Sergio recoge la trampa con más ejemplares de las tres analizadas durante este reportaje. "Aquí hay unos 2.000 mosquitos fácilmente", calcula.
Una vez en el laboratorio, los mosquitos se separan por especie y sexo "uno a uno", remarca el investigador. Se agrupan en lotes de hasta 50 individuos y se someten a una PCR en tiempo real. Si el resultado es positivo, se avisa de inmediato a la administración sanitaria y municipal o regional para que se actúe en la zona de localización con un refuerzo en las labores de fumigación, comunicación ciudadana y vigilancia médica y, a continuación, se confirma en el Centro Nacional de Microbiología del Instituto de Salud Carlos III, en Madrid. "Ellos hacen una PCR de confirmación para tener la seguridad al 100 %", indica el equipo.
Ciencia con botas de campo
En paralelo al trabajo científico, las empresas de control de plagas son otro eslabón crucial en la batalla al mosquito. Ismael Sánchez es el coordinador de Dedesin, que actúa en La Puebla del Río y en una docena de municipios más, aplicando tratamientos preventivos durante todo el año. “Utilizamos distintos productos como larvicidas en zonas con agua, adulticidas en zonas verdes y aceites biodegradables en los imbornales. Las larvas no pueden respirar y se mueren”, afirma.
El proceso es sencillo. Levantar el imbornal de la zona incluida en el plan del día, rociar con el producto que corresponda, según se busque acabar con las larvas o con el mosquito ya adulto, volver a cerrar la tapa y marcar con pintura azul o roja para que la zona quede registrada como analizada. El tratamiento se realiza tanto en invierno como en verano, en colaboración con ayuntamientos y la Junta de Andalucía. "En La Puebla del Río, al ser uno de los municipios más activos, el control se mantiene con constancia, aunque el clima sigue marcando el ritmo. Este año se preveía de muchos mosquitos por las lluvias, pero no está siendo así. Hay mosquitos, sí, pero poca transmisión del virus", reconoce Sánchez.
"Este año se preveía de muchos mosquitos por las lluvias, y aunque los está habiendo, no hay hasta ahora transmisión del virus"
En su conjunto una intensa labor en equipo que empezó como un trabajo de laboratorio y que se ha convertido en una labor tan científica como social. "Aquí no hay bata blanca. Aquí hay botas, calor, picaduras, largas jornadas de trabajo y mucha pedagogía con la población", cuenta Jesús Senent de Frutos, agente de Salud Pública en el Distrito Sanitario Aljarafe, y responsable de la Consejería de Salud de los programas de vigilancia de los mosquitos, quien lamenta que, a pesar del esfuerzo institucional, la participación ciudadana sigue siendo baja. Las charlas informativas apenas reúnen a unas pocas personas.
Pero hay más, en la lucha contra el virus del Nilo Occidental, las autoridades sanitarias han reforzado la vigilancia con una estrategia que combina barreras biológicas y químicas para frenar la proliferación del mosquito transmisor. En entornos naturales y urbanos, especies como las gambusias —pequeños peces depredadores de larvas—, las libélulas y sus ninfas, así como ranas y murciélagos, desempeñan un papel crucial al reducir de forma natural las poblaciones de estos insectos. Paralelamente, se aplican medidas químicas como la colocación de pastillas de cloro en fuentes ornamentales y otros puntos con agua estancada, una acción que impide el desarrollo larvario y evita criaderos en zonas públicas. Esta combinación de control ecológico y técnico constituye una defensa clave frente a la expansión del virus.
Y es que, la batalla contra el virus del Nilo no se libra sólo en los laboratorios, sino también en los patios, las alcantarillas y los barrios. "Estamos ganando tiempo al virus. Pero ese tiempo hay que saber usarlo", destacan técnicos e investigadores. Sin embargo, ningún esfuerzo es en vano. El conocimiento acumulado, la colaboración interinstitucional y la anticipación están marcando la diferencia este año con la nula detección del virus en lo que va de verano. "El virus del Nilo está aquí para quedarse, pero eso no significa que no podamos controlarlo. La clave está en adelantarnos al ciclo del mosquito", concluyen.
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