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Una preferia con paraguas y abanico

El real se llena para ultimar los preparativos de las casetas, dos días antes del pescaíto

Ambiente de preferia en el Real, en imágenes

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Ambiente en el real de la Feria de Sevilla el sábado de preferia / Antonio Pizarro

Si esta crónica se hubiera escrito hace un año estaríamos hablando de la noche del pescaíto y del alumbrado. Promesa electorales, fuegos cruzados y quejas mediante, hemos vuelto al formato antiguo. A lo de siempre. A un sábado lleno de preparativos. De caseteros y profesionales descargando mesas, sacos de hielo y cajas de manzanilla. También de socios que se ponen el mono de trabajo -en el sentido metafórico- para sacar las sillas de enea a unas calles de albero mojado -barro puro- con el propósito de darles un nuevo lustre. Tengamos Feria larga o Feria corta hay dos cosas que nunca cambian: las ganas y una lluvia que baña los días previos. Parece que hemos aprendido la lección y este año no tenemos (aún) la clásica estampa de farolillos mojados. Este mediodía todavía no se habían colocado.

La mañana despertó encapotada tras un intenso chaparrón el viernes. No es de extrañar que algunas lloviznas irregulares y dispersas estuvieran presentes hasta el mediodía. Los sevillanos más precavidos echaron al bolso un abanico y un paraguas. Todo vale si el destino es el real. Lo cierto es que el metro de Sevilla, aunque con trenes dobles, no iba cargado de pasajeros hasta Los Remedios. Una vez en la calle Asunción, se respiran sevillanas desde la esquina con Virgen de Luján, donde lucen las clásicas banderolas con mensajes que invitan a bailar: Todos los días del año, Que no nos falte de ná, Ponte el traje blanco y María es mi sinvivir. La vía peatonal está a rebosar de sevillanas que hacen compras de última hora: de mantoncillos a pendientes pasando por un calzado cómodo que permita ir a la batalla -de nuevo en sentido metafórico- sin terminar con lesiones en forma de ampollas y rozaduras. Aunque en la foto destacan ellas, los varones también hacen acopio de corbatas y pañuelos. La coquetería no entiende géneros.

El fin de esta calle ya sabemos cuál es. Una portada que espera que sus 28.000 bombillas alumbren todo cuanto rodea al Pabellón de Chile de la Exposición de 1929. Ese diseño de Pablo Escudero que lucirá en la solapa y en los mantoncillos de muchos sevillanos. En el interior del recinto cualquiera diría que la Feria no ha empezado. Si bien es cierto que no hay servicio de Tussam y que la afluencia es, lógicamente, menor de la que se espera el martes, sí que se escuchan rumbas sonando desde el interior de varias casetas.

Paco Cosano, socio de la Jarana, limpia uno de los espejos de la caseta. / Antonio Pizarro

Una de ellas está en plena Avenida Presidente Adolfo Suárez, cerca de la plaza donde se dispensan buñuelos y churros a altas horas de la madrugada. Lali Jiménez preside la que ocupa el número 35 cuyo nombre no es otro que Pío XII, en referencia a la barriada que descansa a pocos minutos del centro. Hoy han celebrado la comida de inauguración de la Feria -caldereta como plato principal en el menú- y mañana organizarán un arroz. Mientras saluda los socios que llegan a la puerta tras sortear varios charcos, explica que "todo ha subido": "desde el montaje hasta la carta del catering" que este año corre de la mano de Domingo Arias.

En la paralela, Ignacio Sánchez Mejías, varias de las casetas tienen socios en su interior inmersos en el remate de los últimos detalles. Es el caso de La Jarana, en el número 120. Paco Cosano y Charo Andreu supervisan los últimos detalles junto al catering. Las mesas y las sillas lucen un azul marino que evidencia un estreno inminente. Las escalerillas ocupan el espacio que dentro de dos días estará lleno de gente bailando sevillanas. Los camareros comprueban que el tirador funcione correctamente y que el equipo de sonido esté a punto para que el grupito ambiente las tardes que quedan por delante.

Una familia almuerza en el real. / Antonio Pizarro

"Ya estamos rematando, pero llevamos desde el 5 de abril, cuando se hizo el montaje de la estructura", apunta Cosano después de colgar el clásico espejo dorado de grandes dimensiones. Asegura que este formato le gusta más que el largo y que no cree que eche en falta más días. Quizás se deba al hecho de que, "aunque no estemos en Feria, para mí esto ya lo es a pesar de que estemos montando y trabajando". Da enorme importancia al ritual que se recupera este fin de semana. Dos días, una cuenta atrás, en la que caseteros y socios son uno. "A nosotros también nos gusta ver que hemos participado en el montaje" junto a los profesionales. Una ceremonia que da verdadero sentido a tener una casa en real.

El catering que abastece a La Jarana es Rodrimar. Uno de sus trabajadores, Diego Rodríguez, recuerda que el año pasado no hubo Semana Santa. Un hecho que provocó que muchos sevillanos llegaran a la Feria con ganas. Sin embargo, considera que este 2025 "será como otros", es decir, mucha afluencia al principio -especialmente el martes por la noche- y un éxodo a las playas generalizado al final. Terminando de ultimar la lista de precios, explica que ellos no han tocado ni un euro respecto al año pasado. De hecho, bromea con que es "la caseta más barata" del recinto: "He visto en muchos sitios que la jarra de rebujito está 15 euros...es una barbaridad. Aquí la hemos mantenido a nueve".

Dos personas preparan las flores del interior de unas de las casetas. / Antonio Pizarro

También en Sánchez Mejías, la caseta de la Hermandad de San Benito tiene un trasiego constante. Con dos módulos, durante la semana "es una de las casetas más ambientadas". Según José Luis, uno de los hermanos que se está encargado de supervisar el montaje, gran parte de la culpa la tiene el precio de los pases: son semanales y tienen un coste de 30 euros para tres personas. También llama a los jóvenes los grupitos que actúan a las 17:00 y a las 00:30 horas. Varias fotos de socios disfrutando del real engalanan una de las paredes. Están ordenadas cronológicamente desde 2017 y hacen evidente el paso del tiempo, que tiñe todo recuerdos y vivencias. Según José Luis, les "ha perjudicado la vuelta al formato antiguo, porque varios comensales se han caído de la cena del pescaíto" al ser lectivo el martes. A pesar de ello, considera que cada año "hay más gente" y que se debería hacer algo, como "ampliar" el recinto. Principalmente, por razones "de seguridad".

Mario Niebla junto al personal de Hesperia Sevilla, catering que trabajará en la caseta de la Hermandad del Rocío de la Macarena. / Antonio Pizarro

Otra de las casetas que ha arrancado su programación es la de la Hermandad del Rocío de la Macarena. Hoy se celebra la copa de la juventud. "Un homenaje para los que protagonizarán el futuro de nuestra Hermandad", explica el hermano mayor de la corporación, Mario Niebla. Señala que este año ha introducido algunos cambios para "dar empaque" a la caseta. Uno de ellos es el carnet unipersonal, pero también la decoración diseñada por Ede Espino y el patrocinio del Hotel Hesperia "que nos ha permitido meter mantelería y uniformes". En esta segunda Feria bajo su mandato, Niebla busca que "en nuestra caseta se respire hermandad" y que se convierta en un lugar "para compartir recuerdos y emociones" sobre los caminos compartidos.

A medida que avanza la tarde, el recinto se ha ido llenando con cuentagotas. Muchos profesionales engalanan mesas y sillas -a contrarreloj- para celebrar cenas esta noche. Una Feria que calienta motores y que, aunque corta y en mayo, tiene las mismas ganas de llenarse que siempre.

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