Celta - Sevilla

La previa: La naturalidad de la presión

Acuña, que entrenó ayer recién aterrizado, con Delaney, el sancionado Diego Carlos y Lamela.

Acuña, que entrenó ayer recién aterrizado, con Delaney, el sancionado Diego Carlos y Lamela. / Antonio Pizarro

Cuando el Señor del Gran Poder pasó por Nervión en su paseo triunfal y misionero hacia los Tres Barrios, el Sevilla ya estaba velando armas en Vigo. Allí lo espera en la sobremesa de hoy el Celta del Chacho Coudet, un equipo atrevido y talentoso que pondrá a prueba a las mermadas huestes de Julen Lopetegui, a quien el parón le ha servido para poco más que hacer acto de contrición tras la frustante derrota de Granada.

Con media plantilla fuera durante semana y media, el técnico guipuzcoano no ha podido recuperar a En-Nesyri y de paso se ha encontrado con que pierde a Koundé, flamante campeón de la Liga de Naciones, polémica mediante –¿cuándo dejarán de tocar el fútbol los que pretenden arreglarlo?–, que volvió tarde y lesionado de su triunfo con Francia.

Pizarra. Pizarra.

Pizarra. / E. F. / Infografía

Es la presión natural de la Liga, con sus avatares y contingencias, la que apremia hoy al Sevilla en su afán por seguir instalado en la élite del fútbol español y europeo. El objetivo es poner el campamento base en la Champions, en oportuna frase de su presidente José Castro, para dar otra vuelta de tuerca a la alta competitividad que vienen mostrando este equipo y este club desde hace 15 años.

Tres lustros de historia dorada, con sus altibajos, que ahora, paradójicamente, afronta su momento más incierto con la Junta de Accionistas que ya asoma el próximo martes 26 de octubre, precisamente por la ebullición que entre sus accionistas mayoritarios provocó el éxito del equipo. Cosas del fútbol industrializado de hogaño. Pero eso no tiene nada que ver con lo que vaya a pasar hoy en Balaídos.

Allí acude el Sevilla con la mente despejada, en teoría, después de la autoflagelación que la plantilla y su cuerpo técnico se infligieron por la primera derrota de la temporada. Los aspavientos, las broncas entre compañeros, las tanganas contra el reloj, la expulsión –rigurosa, no se olvide– de Diego Carlos... Lo de Los Cármenes fue una inesperada muestra de inmadurez no tanto por la derrota en sí misma como por los gestos de sus protagonistas. ¿A qué vino tanto cilicio por la primera derrota de la temporada, como si el Sevilla no tuviese derecho a perder nunca?

Pero eso ya ha sido analizado dentro del vestuario en estas dos semanas, si bien los internacionales no pudieron participar de pleno en esa catarsis colectiva que la intimidad de la ciudad deportiva permitió por la ausencia de competición.

El problema es que el parón, el dichoso parón con su triple fecha y su nuevo exprimidor televisivo que es la neonata Liga de las Naciones de la UEFA, que es el nombre oficial del engendro, ha dejado más lastre que ayuda. Lopetegui pierde, además de a Koundé, a Papu Gómez, no se sabe bien por qué debido a la política de secretismo auspiciada por Monchi en beneficio de la gestión de Lopetegui, según sus propias palabras. Y ahí se planta el Sevilla sin su gran dúo de centrales, con Acuña recién aterrizado tras cruzar el charco y jugar en Argentina pese a las molestias que tenía, Fernando dejando su crucial puesto y Delaney obligado a su particular redención tras su autoexpulsión ante el Espanyol.

Enfrente estará un Celta irregular y talentoso que también pierde a una de sus piezas angulares, Renato Tapia, que fue tentado por el Sevilla. Y viejos amigos enfrente que aquí no hicieron fortuna. La naturalidad de la presión de la Liga.

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