Estas son las zonas de España con más riesgo de procesionaria en 2025

La presencia de orugas procesionarias se adelante y expanda cada año más debido a la sequía

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Un grupo de orugas procesionarias
Un grupo de orugas procesionarias.

Si echas un vistazo a los pinos, los cedros o los abetos de tu entorno, es probable que observes una especie de bolas de seda blancas en sus ramas. Son los nidos de la oruga procesionaria (Thaumetopoea pityocampa), una plaga que no solo supone un riesgo para este tipo de árboles, sino también para nuestras mascotas. Aunque su presencia suele vincularse con la primavera, este insecto posee un ciclo vital mucho más largo que, aunque invisible, cada año se adelante más debido al aumento de las temperaturas.

Las larvas forman sus nidos en las copas de las coníferas para hibernar y protegerse del frío. Entretanto, estos parásitos se alimentan de las acículas y las ramas secas, lo cual frena el crecimiento de los árboles y provoca su defoliación e incluso la muerte de los ejemplares. Entre febrero y abril las orugas descienden hacia la tierra unas pegadas a otras —de ahí el nombre de procesionaria—. Hacia el mes de mayo, se produce su metamorfosis: las origuas se convierten en un capullo, del que nacerá una polilla nocturna que dejará otra vez sus huevos en las copas de los pinos.

Murciélagos para acabar con la procesionaria en Doñana

El peligro de las procesionarias reside en sus pelos urticantes, que puede provocar reacciones alérgicas con síntomas como edema lingual, babeo o fiebre entre los animales domésticos. En este sentido, los parques urbanos, los jardines públicos y privados y las áreas recreativas forestales con presencia de coníferas son las principales zonas de riesgos que conviene evitar a la hora de pasear a los perros. La presencia de estos insectos se extiende especialmente en zonas mediterráneas con grandes extensiones de pinar.

En Andalucía, la Junta ha anunciado una nueva medida ecológica a fin de controlar esta plaga. Se trata de la instalación de 340 cajas-refugios para murciélagos en los parques naturales de Doñana, la Sierra de Grazalema y la Sierra de las Nieves. Estos predadores nocturnos se alimentan de las polillas durante el verano. Este método se combinará con otros como la captura de los machos o la eliminación manual de los nidos en los pinos.

Madrid, Murcia o Baleares cuentan con sus propios planes de acción

Por su parte, la Comunidad de Madrid realiza un seguimiento de la oruga procesionaria en más de 65.000 hectáreas de pinares. El objetivo de estos trabajos de control es elaborar mapas de afectación para así llevar a cabo la aplicación de insecticidas o la instalación de trampas de feromonas en zonas delimitadas. La especie más afectada por este insecto es la Pinus pinaster, en el piedemonte de la Sierra de Guadarrama, y la Pinus halepensis, en el este y sureste de la región. Por su parte, el Ayuntamiento de la capital —que en años anteriores ha sufrido la plaga en lugares como Casa de Campo— empleará drones e Inteligencia Artificial para identificar los nidos en la Dehesa de la Villa.

En la Región de Murcia, se ha puesto en marcha un plan de lucha con tratameitnos terrestres en montes públicos y senderos con una alta afluencia de visitantes en enclaves como el Santuario de la Virgen de la Esperanza en Calasparra o el área recreativa de la Salud en Lorca, así como en otras localidades como Ricote, Mula, Bullas, Puerto Lumbreras, Moratalla o Murcia capital.

Los otoños cada vez más cálidos y secos han favorecido que la población de orugas procesionarias aumente en lugares donde hasta ahora no eran tan comunes, como las islas Baleares. Así, el Consell de Formentera ha iniciado una campaña de retirada de nidos que se llevará a cabo por operarios forestales durante 40 días.

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