La voracidad de los datos: cuando el usuario se convierte en combustible
Las plataformas digitales reescriben sus políticas de privacidad para alimentar sus modelos de inteligencia artificial con la información personal de millones de usuarios
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El mantra digital "si algo es gratis, el producto eres tú" ha adquirido una dimensión inquietante en la era de la inteligencia artificial generativa. Las grandes corporaciones tecnológicas han encontrado en los datos personales de sus usuarios una nueva fuente de valor: el combustible necesario para entrenar sus algoritmos y mantener su ventaja competitiva en un mercado cada vez más saturado de soluciones de IA.
La (pen)última en sumarse a esta dinámica predatoria fue WeTransfer, que tanteó la posibilidad de apropiarse de los derechos de todos los documentos que gestiona para "operar, desarrollar, comercializar y mejorar el servicio", incluyendo específicamente el entrenamiento de modelos de aprendizaje automático. Una maniobra que, aunque finalmente fue retirada tras la presión de los usuarios, ilustra perfectamente la nueva realidad digital: nuestros datos se han convertido en la materia prima de una industria que crece exponencialmente.
La gran apropiación silenciosa
"Los datasets recopilados en sus aplicaciones valen mucho", explica Hervé Lambert, Global Consumer Operations Manager de Panda Security. Esta valoración económica de la información personal explica por qué gigantes como Meta, X (anteriormente Twitter) y Tik Tok han modificado discretamente sus políticas de privacidad para poder utilizar los datos de sus usuarios en el entrenamiento de sus modelos de IA.
El proceso es tan elegante como perverso: las actualizaciones llegan envueltas en jerga legal, acompañadas de extensos documentos que pocos leen y que la mayoría acepta sin reflexionar. Detrás de esta liturgia burocrática se esconde una realidad incómoda: empresas que durante años han construido imperios basados en la recopilación masiva de información personal ahora necesitan legitimar el uso de esos datos para una finalidad completamente diferente.
Incluso aplicaciones de uso empresarial como Slack utilizan por defecto los mensajes, contenidos y archivos de sus clientes para desarrollar funciones como emojis y recomendaciones de canales. Aunque los usuarios pueden oponerse enviando un correo electrónico, el consentimiento se presume, no se solicita.
El precio oculto de la revolución artificial
La sed de datos de la inteligencia artificial no es casual. Como señala Lambert, las compañías "quieren abrir la puerta a nuevas formas de explotar los datos en áreas como la IA, el marketing avanzado y el desarrollo de productos", pero necesitan hacerlo "a buenas con la legislación". Esta necesidad de legitimidad legal ha desencadenado una cascada de actualizaciones en las condiciones de uso que, de forma directa o indirecta, permiten el uso comercial de información que los usuarios consideraban privada.
Las consecuencias van más allá del simple procesamiento de datos. Las compañías de comercio electrónico utilizan el historial de navegación, la ubicación o el tipo de dispositivo para mostrar precios diferentes según el perfil del usuario. Los algoritmos perfilan a los usuarios con precisión quirúrgica, exponiéndoles a ofertas diseñadas para inducir decisiones de compra menos favorables, o ceden información a plataformas de reclutamiento y entidades financieras que la utilizan para descartar candidatos o denegar préstamos.
Cuando los datos se vuelven contra nosotros
La manipulación comercial es solo la punta del iceberg. Como advierte el directivo de Panda Security, los datos pueden "convertirse en una herramienta de manipulación comercial, exclusión o incluso extorsión". Los casos documentados incluyen el uso de publicaciones antiguas en redes sociales para procesos judiciales, despidos o campañas de desprestigio, especialmente en el ámbito político.
En el extremo más preocupante del espectro, las brechas de seguridad y las campañas de phishing han permitido que datos e imágenes privadas caigan en manos criminales, que los emplean para extorsionar, chantajear o suplantar identidades.
El dilema de la IA conversacional
La popularización de herramientas como ChatGPT ha añadido una nueva dimensión al problema. Los usuarios comparten información sensible, ideas de negocio, estrategias comerciales o vivencias personales sin ser plenamente conscientes de las implicaciones. Algunas de estas plataformas permiten hacer públicas las conversaciones mediante la opción "make this chat discoverable", lo que hace que aparezcan en los resultados de búsqueda de Google.
"Cuando volcamos datos personales en herramientas de inteligencia artificial sin un control conveniente estamos exponiéndonos a que la información pueda ser copiada, compartida o utilizada sin nuestro consentimiento", alerta Lambert. Incluso fragmentos aparentemente inocuos pueden ser suficientes para crear perfiles detallados que terceros pueden explotar.
¿Es posible la resistencia?
A pesar del panorama sombrío, existen mecanismos de defensa. Los expertos recomiendan revisar cuidadosamente el contenido antes de subirlo a cualquier plataforma, eliminar datos sensibles, usar enlaces de acceso limitado, solicitar la eliminación de contenido indexable cuando sea necesario y revisar periódicamente qué información compartida sigue siendo accesible.
La protección de datos personales en la era de la inteligencia artificial no es solo una cuestión técnica, sino un ejercicio de ciudadanía digital. En un mundo donde cada clic, cada búsqueda y cada interacción alimenta algoritmos cada vez más sofisticados, la consciencia sobre el valor de nuestra información se ha convertido en una competencia básica para navegar en el ecosistema digital.
La pregunta ya no es si nuestros datos serán utilizados para entrenar inteligencias artificiales, sino si tendremos algún control sobre cómo y cuándo sucede.
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