San Juan: el toro en todas partes
EL REPASO
Con el cambio de estación el toreo bulle en las ferias del inicio del estío mientras Morante de la Puebla sigue acaparando los principales titulares
Los jueves de julio abren las puertas a las bases del toreo
Fallece Manolo Lozano, uno de los taurinos más importantes del último medio siglo
El toreo bulle en torno a San Juan, calentado por las hogueras del solsticio en una piel de toro que se asoma al verano derretida por el calor y sobresaltada por las tormentas. Pero todo tiene ese carácter cíclico. Pueden cambiar algunas capas de la cebolla pero el núcleo es el mismo: el toro en todas partes, marcando el ritmo de una España en fiestas que no se puede entender sin el temblor y el temor atávico de la bravura.
Cuentan que hace ya muchos años hubo un alcalde, de eso que ahora llaman la España vaciada, que propuso a sus paisanos cambiar el gasto de las vacas de capea de sus fiestas por tender la línea telefónica que seguía separando al villorrio de los adelantos de la civilización. Los vecinos, congregados delante del ayuntamiento, no soltaban prenda pero mientras los más ilustrados de la población se felicitaban por la altura de miras de su alcalde comenzó a oírse, cada vez más alto, un lema: ¡Vacas, vacas…! El teléfono tuvo que esperar un año más…
El arraigo renovado de la Fiesta
La anécdota sirve para constatar el impresionante arraigo de la fiesta brava –sea en la plaza, en las talanqueras o en las mismas calles- en esta vieja tierra que siempre vinculó al toro con los nombres de sus santos, con los cambios de estación, con equinoccios y solsticios, con cosechas y vendimias… El tótem ibérico por antonomasia sigue elevándose por encima de la tramoya interesada y esas políticas de cancelación que se acaban rindiendo ante la evidencia.
Las plazas se están llenando y la juventud vuelve a llenar en masa los tendidos con desenfadada naturalidad por más que hay quién quiera poner reparos a la muchachada. Cuando pase el tiempo podremos calibrar con la suficiente perspectiva el momento de un torero, Morante de la Puebla, en el mejor momento de su vida, dictando recitales emocionantes que crecerán con los años ensanchando la distancia que le separa del resto de la grey torera.
Andamos a las puertas de otros acontecimientos, como la encerrona en solitario de Manuel Escribano en Alicante. Tenemos que gozar del excelente momento de matadores como Borja Jiménez… Pero el toro sigue dictando su promesa de sangre: ahí están los percances de dos toreros prometedores como Víctor Hernández –con una fractura craneal- o Marco Pérez, con una preocupante fisura en la cadera que puede complicar su temporada.
Puestos a pedir sí habría que demandar a gran parte de la clase empresarial mayor talento y oportunidad para refrescar un escalafón que sigue cantando su caducidad en la mayoría de los ciclos anunciados. En eso sí seguimos en calzones…
En la muerte de Manolo Lozano: el apoderamiento de Morante
Pero en la semana que se fue también hay que lamentar el fallecimiento de un taurino chapado a la antigua, verso suelto de la todopoderosa casa Lozano, que llegó a ser diestro de alternativa. Hablamos de Manolo Lozano, apoderado de larguísima trayectoria, que recibió los trastos del oficio de manos del mismísimo Manuel Benítez El Cordobés en la plaza de Tánger, que aún levanta sus muros lejos de su breve esplendor. El Benítez fue el impulsor de aquel doctorado en el que –cuenta Juanito Belmonte- no cobró un duro a cambio de ser él mismo el que le convirtiera en matador. Y aquel mismo día se cortó la coleta…
Manolo Lozano, que ha alcanzado los 94 años, mantenía esa aura de torero y era sobre todo y ante todo un gran aficionado que disfrutaba con los toros más allá del comisionismo imperante hoy en día. Fue propietario y empresario de numerosos cosos pero fue en la dirección de las carreras de los toreros –gozaba de la sabiduría de los suyos, adobada de una bohemia personal- donde más brilló el conocimiento de la fiesta al servicio de los matadores.
Nos interesa recordar su última experiencia profesional, al borde de las nueve décadas de vida. Hay que retroceder al verano de 2017, en uno de los numerosos volantazos de la carrera de Morante de la Puebla que anunció su retirada tras una aciaga tarde en El Puerto, mano a mano con El Juli. En realidad se trataba de un mero receso estratégico para dejar atrás todo su entorno anterior.
Morante no iba a tardar en escoger a Manolo Lozano para anunciar una reaparición que no era tal. Sería por un único año, montando una temporada de arte y ensayo -25 corridas que luego fueron 31 y que Manolo Lozano se comprometió a “bordar”- en la que no iban a tener cabida las cámaras de televisión. No faltaron golpes de efecto, como la presencia del mismísimo Ramón Valencia a la Huerta de San Antonio firmando el primer contrato que apalabró y el último que cumplió el genio cigarrero: en la feria de San Miguel de 2018, fecha de su vuelta a la plaza de la Maestranza tras año y medio de ausencia.
A aquella campaña, por cierto, tampoco le faltó su propio atrezzo, caracterizado por las pobladas patillas que se unían a los vestidos de delanteras bordadas y la clásica y gruesa pelambrera, peinada y sujeta por una inmensa castañeta de morillas. Terminado el año, concluyó la labor de Lozano el mismo día que se celebraba el festival a beneficio de la Hermandad de la Macarena. Morante volvía a sorprender a propios y extraños escogiendo a la casa Matilla, un peculiar vínculo que iba a durar dos temporadas largas marcadas por el arranque de la pandemia.
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