Sueños que navegan a escala

2. Carabela 'Pinta'.
Ana Fernández

14 de julio 2014 - 01:00

Sin haber visto nunca el mar, Luciano Benjumea Álvarez talló su primer barco de madera cuando sólo tenía 14 años. Eso sí, lo hizo con madera de olivo, lo que estaba a su alcance en su pueblo natal, Herrera. No fue hasta los 18 cuando vio la costa por primera vez y fue la cantábrica. Para entonces, y aún sin saber lo que le depararía su afición, ya se había convertido en un amante de la navegación a vela y su historia. Fue allí, en el País Vasco, donde compró su primer manual, Iniciación al modelismo naval. Un libro que, afirma hoy a sus 74 años, le "abrió los ojos". Muchos océanos y mares ha surcado este herrereño en su imaginación y muchas las batallas libradas a bordo de las 80 réplicas exactas a escala que ha construido a mano, pieza por pieza, sin maquetas, de diferentes naves históricas a vela. Aquello que empezó como hobby, en la actualidad se ha convertido en su mayor diversión y pasión. Un trabajo reconocido por museos -algunas de sus piezas ocupan vitrinas en diferentes exposiciones- y particulares que se acercan hasta este pequeño astillero en pleno corazón de la sierra sur de Sevilla.

Sus barcos, además de técnica, tienen alma. Así que, como el primer amor, no puede olvidar y guarda con celo en su hogar un galeón que construyó para su mujer cuando aún eran novios. "Cuando empecé el barco, no tenía planos. Mi referencia fue la pintura. A pesar de no tener datos técnicos quedó bonito y lo conservamos después de 52 años, aunque están viejos los cabos", comenta el artesano, mecánico de profesión, que bautizó a la embarcación con el nombre de Nuestra Señora de los Dolores -nombre de su mujer-. "En la popa lleva talladas las iniciales. Todos los barcos tienen su nombre, el original, a menos que alguien me pida que se lo personalice", añade.

Muchas horas de estudio ha dedicado Luciano Benjumea a su pasión, que le ha llevado a visitar numerosos museos de España y Francia. Siempre trabaja sobre planos y conociendo detalladamente la historia del mismo. Su especialidad: la construcción de naves desde la época del Descubrimiento de América (aunque alguna anterior ha realizado, como una egipcia) hasta la Batalla de Trafalgar (principios del siglo XIX). "Grandes navíos a vela, justo antes de la aparición del vapor".

No faltan en su currículum de embarcaciones la Pinta, la Niña y la Santa María, el San Juan de Nepomuceno (donde murió Churruca), el Santa Ana, la Nao Victoria (una de sus réplicas se encuentra en el Museo Arqueológico de Huelva) o el Galeón Andalucía. Fue a bordo de esta última embarcación donde vivió uno de los momentos más emotivos de su vida. Creada para la Exposición Universal de Shanghái, consiguió navegar de Cádiz a Sevilla por el Guadalquivir. "Soy un enamorado de la mar pero nunca tuve la oportunidad de navegar. Fue una experiencia increíble".

Paso a paso, siguiendo la construcción real de una embarcación y creando cada una de sus partes, Luciano Bejumea puede invertir del orden de 1.200 horas en un navío del siglo XVIII. Todo este tiempo lo pasa en el luminoso estudio que tiene en su casa, donde puede llegar a estar de ocho a nueve horas diarias dedicadas a su precisa y concienzuda labor. "Incluidos fines de semana, menos los sábados, que voy a Sevilla a ver a mi nieta. Tengo tres hijos pero ninguno ha tomado el testigo de esta afición. Los resultados son lentos en este trabajo y los jóvenes hoy quieren acabar las cosas pronto".

Sus construcciones están valoradas en unos 3.000 ó 4.000 euros si se tratan de aquellas más complejas (con el aparejo del sistema de cabos complejo) o entre 1.000 y 1.200 euros si se trata, por ejemplo, de una goleta.

Si las naves construidas por este herrereño son dignas de museo, su biblioteca no se queda atrás. Gracias a sus muchas horas de estudio, ha ido reuniendo una extensa colección de libros y manuales sobre la historia marítima. Un rincón que permite a este marinero en tierra sentirse más cerca de su pasión.

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