Inercia ganadora (1-2)

Alavés-Betis

El Betis se dispara en la tabla y mete presión a sus rivales gracias a una sufrida victoria con goles de Jorge Molina y Rubén Castro. El Alavés, muy abierto siempre, llegó a someterlo.

Foto: LOF
Javier Mérida

26 de abril 2015 - 05:02

Lo del Betis ya es pura inercia vencedora. Gana partidos de todos los colores y ante rivales de cualquier pelaje. El de ayer en Mendizorroza olía a chamusquina desde que acabó la goleada al Zaragoza, pero también lo ganó. Fue una victoria sufrida, ante un adversario potente, intensísimo, pero una victoria de las que refuerzan a un equipo, de las que se saborean con gusto porque, entre un mar de fallos y desaplicaciones, sólo flotan los aciertos, que también fueron diversos, y las miles de gotas de sudor que a buen seguro dejaron el recinto alavesista más mojado que al principio del partido.

La victoria, igualmente, desprende el dulce aroma de la Primera División, porque los verdiblancos aún no la han catado pero sus efluvios ya los huelen. Los tres puntos adicionados a sangre y fuego sirven para atiborrar de presión a sus rivales más directos, principalmente a Sporting y Girona, quienes juegan hoy como visitantes ante Llagostera y Recre respectivamente. El Betis ha abierto una brecha de nueve puntos que obliga a los anteriores a ganar, nada menos que a ganar, ese verbo que sólo los verdiblancos conjugan con soltura desde que Pepe Mel tomase las llaves de su banquillo.

El partido de Mendizorroza fue antes que nada intenso. El Betis nunca tuvo el control del juego y se limitó a jugar a ramalazos y aprovechar la calidad de sus delanteros y de su guardameta. El Alavés fue otro tanto de lo mismo y tuvo ráfagas, como la que desató en el último cuarto de hora, abrumadoras.

El Betis no se descompuso jamás, ni en esos estertores en los que se sintió avasallado. Adán siempre estaba detrás cual ángel de la guarda. Pero antes de que ocurriera ese arreón vitoriano, los hombres de Mel incluso habían logrado adelantarse con dos goles.

Cierto que el Alavés, ya desde el inicio, pareció tener una marcha más, lo que acabaría confirmándose, pero el Betis supo hilar fino. Y al cuarto de hora, un servicio con el exterior de la bota derecha de Rubén Castro puso en ventaja a Jorge Molina sobre Jarosik para que el alcoyano, con un control perfecto con la diestra y con el checo encima, definiese luego con la izquierda ante la buena salida de Goitia, que sólo le dejó el resquicio por donde entró el balón en el primer palo.

Un golazo el bético en un chispazo algo aislado porque el Alavés se negó a dejarle la pelota y obligó al Betis a desmembrarse, a un esfuerzo brutal, a un partido jugado en base a transiciones larguísimas. En ese largo kilometraje que abarcó el encuentro, los de Mel trataron de jugar por dentro, pero apenas lo consiguieron durante unos minutos en la segunda mitad, coincidentes con la entrada al campo de Dani Ceballos y con los minutos más lúcidos de Portillo, quien se inventó mediada la segunda mitad el enésimo pase en globo que obligó a Unai Medina a frenar como pudo a Rubén Castro. El canario, en el lanzamiento de falta al borde del área, apenas tuvo que enviar un pase raso a la red ante la pasividad de Goitia, quien de paso había colocado defectuosamente la barrera. Se habían consumido las tres cuartas partes del minutaje y el 0-2 dio la sensación de ser ya defintivo. Pero si Mel es un buen entrenador, Alberto lleva camino de serlo. Ya desde el minuto uno, sabedor de que el Betis juega sin extremos, abrió el campo, con unos laterales larguísimos, especialmente Raúl García, y unos extremos a pierna cambiada que crearon innnumerables problemas a Molinero y Casado. El partido de los vitorianos fue un chorreo de balones al corazón del área pequeña verdiblanca. Mas Bruno y Jordi se mantuvieron firmes y lo despejaron todo bien menos en la jugada del gol de Toti, precedida de un saque rápido de falta por parte de Sangalli. Y cuando no los centrales, emergió el portero. Adán sacó un par de manos a Manu García y a Barreiro de categoría. Así, con acciones individuales y sufriendo, frenó el Betis un partido que no supo cerrar en ningún momento y que le propinó un sufrimiento que el pitido final transformó en éxtasis. Porque éstas son las victorias que conducen a Primera.

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