La mala educación de las cloacas
El Fiscal
Hemos decaído hasta el punto de difundir en las redes la foto de una Dolorosa y linchar al vestidor y a la junta de gobierno
El derecho a cabildos electorales aburridos
Manolo García, una bendición para la Macarena
Unos desalmados que se dicen cofrades linchan en las redes a la junta de gobierno de una hermandad porque, a su juicio, presentan a la Dolorosa titular vestida indebidamente. Algún Rodríguez Ojeda del siglo XXI dicta sentencia y logra una pandilla de adeptos. Sin tacto, sin mesura, sin sensibilidad alguna cuando presumen precisamente de todas estas virtudes. Colocan la foto de la Virgen y, hala, a lanzar piedras, vomitar muestras de desprecio y formular denuncias ayunas de recato. Las redes sociales están definitivamente creando una Semana Santa peor y unas hermandades concebidas como el patio de un corral de vecinos sin lavadero. ¿De quién se aprende hoy el sentido de hermandad? ¿Quién enseña hoy a algunos aspirantes a informadores a dejar siempre al margen a las imágenes sagradas y a aplicar los criterios profesionales del periodismo al rico mundo de la religiosidad popular? ¿Quién instruye sobre que no hay tema tabú sino enfoque indebido? Vemos como natural que se lapide a un vestidor y que se ridiculice el atuendo de una talla que es la devoción de miles de personas. Una cosa es que no podamos ni debamos anclarnos en la Semana Santa de la infancia de cada uno, y otra muy distinta aceptar el mal estilo como costumbre.
Recuerdo la confesión de un cofrade serio, con conocimiento y criterios, de los que firmaba artículos sobre Semana Santa en los primeros y hermosos años de Diario de Sevilla. “No me reconozco en esta Semana Santa”. Se sintió orillado. Incluso arrollado. Y lo peor estaba por venir. Las cofradías no han perdido intimidad con las redes sociales. Más bien se ha creado una realidad paralela con proyección en ciertos medios. Una y otros se alimentan. Y resulta llamativo que hoy no se respeten ciertos límites. Y no, no se trata de emplear un tono de barra de bar. Porque hay barras en las que se habla muy bien. De todo y con sentido crítico. Y en las que se aprende mucho, se oyen historias entrañables de los mayores, se recuerdan hitos, chicotás y cofrades del ayer. No se trata de renunciar a las gotas de acidez, es que directamente hay víboras sueltas.
Tal vez es una evolución de una Semana Santa sin emoción (a base de usarla y reventarla) y de consumo en la que no tienen cabida valores fundamentales en otro tiempo. Las cofradías son un buen ejemplo del dique de contención no ya contra el laicismo, sino frente al feísmo, porque en la mayoría de ellas preservan ciertos criterios estéticos y formas heredados, pero los perfiles que las gobiernan y habitan no son ajenos a la sociedad actual. Las cofradías vertebran la ciudad. Y 2025 es un año donde se ha ahondado más en la degradación de la vida pública. Basta ver los procesos electorales que sufrimos, con asesores de campaña, productos audiovisuales (algunos de fina elaboración, es cierto), promesas de proyectos, encuentros más o menos concurridos y, cómo no, acusaciones bajo cuerda para debilitar al rival. No es que se comunique mucho, que nunca es demasiado, es que se confunde la comunicación con la propaganda porque no se tiene clara la diferencia entre una hermandad y entidades civiles no confesionales. Pero cualquiera monta un bar, cualquiera opina y cualquiera se siente con capacidad para cualquier puesto. Cuando llegue la crisis se verán las costuras.
Buen Fin
Esta semana ha sido una delicia comprobar el nuevo avance del Centro de Estimulación Precoz del Buen Fin, la cofradía que dirige Carlos Pérez como hermano mayor. Emocionante y edificante el estreno de un exoesqueleto que permite caminar a los niños. Un donante anónimo, una hermandad entusiasta y unos profesionales ejemplares han generado una noticia de las que reconcilian con la mejor versión de las cofradías. Siempre repetimos que el inmenso poder que tienen las hermandades es el de dar afecto, arropar y acompañar. Un pañuelo de la Virgen que llega hasta la cama de un paciente ingresado, una potencia del Señor llevada por un oficial de junta a la casa de un hermano impedido, una misión que permite sentirse integrado a vecinos alejados de la Giralda, una carta de pésame escrita con el membrete de los sagrados titulares, la iniciativa que hace posible a los hermanos de edad avanzada estar en el besamanos... Y lo del Buen Fin es sencillamente jugar en la liga de los mejores.
Comparaciones
Leímos esta semana un lamento que no por conocido resulta menos llamativo. “Vamos a llegar a Semana Santa harto de pasos”. Toma, claro. Como hace años que se alcanza la Nochebuena con la despensa cargada y renovada de dulces. Y varios almuerzos celebrados. En la decadencia consumista, la Navidad fue la primera víctima. Dicen que con la piedad popular hemos tomado las calles todo el año. Con las pascuas tan adelantadas, nos toman la cartera, paga extra incluida. Pero tenemos preparado el consuelo: si llueve en Semana Santa, al menos habremos llegado a ella... jartos de pasos. De la Navidad se perdió el control. De la Semana Santa, el tiempo dirá si es cierta la teoría del alto clero.
El pertiguero
Primer golpe. Oído. “Quieren que se vaya nada menos que a Barcelona, pero él está tan a gusto aquí que no se lo tomaría como un ascenso. En tiempos, recuerda, el único ascenso posible era Toledo, la primada”. Segundo golpe. La Vía Sacra tiene menos solución que los trenes en Extremadura. Formen a los nazarenos, no empeoren las cosas al paso de los cortejos por la Catedral. Tercer golpe. Llegamos hartos de pasos, sí. Pero es que a fin de año ya llegamos con el calendario cargado de mesas redondas. ¿Qué dejamos para cuaresma? Y ciriales arriba. Es enorme el bien que hacen las emisoras de televisión con las retransmisiones íntegras de procesiones como la de la Esperanza de Triana. Alguno se sorprendería si tuviéramos datos oficiales y rigurosos del seguimiento. Qué maravilla frente a las cloacas...
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