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El bebé encontrado en un portal de Sevilla tenía restos del cordón umbilical

La mirada de sorpresa y la pregunta: "¿Qué es esto?"

El Fiscal

El problema es cuando el propio sevillano se hace la pregunta y no encuentra la respuesta

La hora de las grandes reformas

¡Menos vallas, menos vallas!

El cliente de un velador de la Alfalfa se vuelve a mirar las andas que portan al Señor de la Penas.
El Fiscal

30 de noviembre 2025 - 04:00

Decía el jefe de del Área Técnica de Fiestas Mayores, el recordado Rafael Carretero, que la mejor manera de promocionar la ciudad y de integrar a un turista en la Feria era ofrecerle una copita de vino. "Esos instantes no los olvidan en su vida". Y que si estabas en El Rinconcillo, en el ventanal que da hacia el azulejo del Cristo de la Exaltación, se les ofrecía un saludo cordial y una tapita del plato de chacina y se quedaban extasiados. Claro que esos eran años de turismo estacional, con una media inferior a las dos pernoctaciones y unos veranos de calles vacías con tal intensidad que en 2012 comenzó la promoción del agosto sevillano. Hoy está todo tan sacado de medida que hay momentos en que los turistas son más, muchos más, que los sevillanos. Como ocurre en procesiones matinales de los domingos, e incluso en ciertos momentos de la propia Semana Santa. Prueben una tarde de Martes Santo a callejear por los Jardines de Murillo. Vivirán una situación insólita. Se nos venían a la memoria las palabras de Carretero cuando observamos a un turista sentado en un velador de la Plaza de la Alfalfa cuando pasaban las andas con el Señor de las Penas. El hombre se giró con cara de hacerse la lógica pregunta: "¿Qué es esto?". Quizás faltó alguien le explicara la preciosa mirada del Señor, el momento de la caída, la efeméride que celebra la hermandad que radica en San Vicente, los grandes cofrades que ha tenido y tiene en nómina la corporación, la riqueza de su patrimonio artístico y musical... La misión parece difícil. Todavía más es explicarle a los guiris un domingo de pre-feria el sentido de la procesión con Su Divina Majestad, porque uno con la piel de tono salmón preguntó si venía Juan Carlos I en el cortejo.

Es curioso que el número de procesiones se ha disparado como el de los turistas. Y algunos no tenemos ya tanta paciencia para explicar tantas cosas, tantos detalles, tantas conmemoraciones, tantísimas particularidades por la sencilla razón de que se nos escapa el control del calendario de procesiones. Vivimos en días en los que se fusionan la salida de hermosas imágenes con las luces navideñas, las últimas vírgenes de gloria y los preparativos de la Inmaculada Concepción, una festividad que, por cierto, queda eclipsada por la Navidad prematura y la Semana Santa que dura todo el año. "¿Qué es esto?", es lo que nosotros mismos nos preguntamos continuamente. Somos como el extranjero que no entiende a pesar de que pone interés. Nos sentimos desbordados porque no existen ya límites. Es la era de la fusión. No estamos de momento ante los sucesores de aquellos viajeros románticos que nos dejaron crónicas que son todo un testimonio del siglo XIX. Es el sevillano el que puede sentirse cada vez más extraño en algunas situaciones donde parece una gallina en corral ajeno. Y hasta reconoce y admira el papel de las cofradías por no dejarse ocupar las calles, por mantener un criterio estético en plena ola del feísmo y por cuidar una liturgia que parecería frágil en una sociedad que impone sus modos rápidos, invasivos y consumistas.

Sí, en el fondo hay que reconocer que todas las procesiones extraordinarias son modelos de respeto de unos criterios que no se han dejado comer ni un palmo por los nuevos usos impuestos por los miles de visitantes que recibe. Por eso es importante de cara a la Semana Santa que no se extienda la desaconsejable moda de pedir a los hermanos que acudan vestidos de paisano en caso de lluvia. Y también por eso es importante que la gestión on line no sustituya o excluya muchos de los momentos de vida presencial en la hermandad. Las tecnologías son una ventaja indudable, pero no forjan el sentido de pertenencia, no enseñan el modelo de hermandad de puertas hacia dentro, no instruyen en el estilo que debe guardar el nazareno. Que no sean los sevillanos jóvenes de hoy los que un día, más pronto que tarde, se hagan una pregunta: "¿Qué es esto?" Y acaben preguntando a los servicios de inteligencia artificial la razón por la que el nazareno mira hacia el frente, debe ir y volver del templo sin volver la vista atrás, qué significa el SPQR o por qué hay un altar tan especial y hermoso en la Catedral el Jueves y el Viernes Santo al que llaman Monumento. Y respecto a los visitantes, no hay ya para convidar a tantos como son, tal como razonablemente exponía Carretero. Incluso percibimos una ingente cantidad que vive ajena a las procesiones, acaso para la fotografía y poco más. Cofrades a los cirios, turistas al brunch. O a las tapas en lugares típicos donde ya no hay sevillanos. Por tanto, no hay integración posible, sino ocupación de los espacios.

El pertiguero

Primer golpe. Por cierto, hay cierta cofradía a la que algunos llaman del brunch por la hora tan temprana a la que saldrá cuando exalta la última comida del día. Segundo golpe. Habla, macareno, habla en libertad. Y en concordia. El elegido que coja aguja y dedal para coser. Necesitará mucha habilidad y mucha ayuda sea quien sea. Tercer golpe. La Virgen está perfecta, como siempre, como la queremos todos. No cabía esperar menos de Pedro Manzano. Hay fotografías que ya reflejan esa mirada de siempre. Y ciriales arriba. ¿Quién es capaz de emitir una previsión cuando hay casi 14.000 hermanos con derecho al voto? Quien se atreva solo se puede basar en percepciones, emociones o en dictámenes de carácter político-cofradiero. Lo deseable es que todo transcurra en armonía y no se repita más esta situación.

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