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Diario de fantasmas

Romería | Crítica

Una imagen del nuevo filme de Carla Simón.

La ficha

**** 'Romería'. Drama, España-Alemania, 2025, 115 min. Dirección y guion: Carla Simón. Fotografía: Helène Louvart. Música: Ernest Pipó. Intérpretes: Llucía García, Mitch, Trsitán Ulloa, Celine Tyll, Myriam Gallego, Janet Novás, José Ángel Egido, Marina Troncoso, Alberto Gracia.

Romería viene a cerrar la trilogía autobiográfica con la que Carla Simón ha irrumpido con fuerza como nueva voz del cine español y europeo avalado por los festivales internacionales. Si con Alcarràs se hacía con el Oso de Oro, un premio tal vez algo grande pero que sin duda ha impulsado su carrera, Romería llega ahora a un centenar largo de cines españoles tras competir por la Palma de Oro en Cannes, constatación de su estatus y también de la sintonía de su mirada o sus formas con ciertas tendencias del cine de autor de hoy.

Con todo, su cine parte por ahora de su propia vida como material para una exploración del trauma primario como territorio fértil y complejo para el relato de ida y vuelta entre la reconstrucción y cierto vuelo lírico que se infiltra en la crónica realista. Romería se articula así como viaje a las raíces perdidas en forma de diario, un diario que va y viene en el tiempo de forma no necesariamente cronológica, para acompañar la pesquisa episódica de una adolescente catalana en busca de las huellas de sus padres muertos entre los 80 y los primeros 90 en los alrededores de Vigo, víctimas de la droga y el sida y cuyo recuerdo apenas ha quedado entreverado en el diario materno, los relatos de su familia de acogida y en el silencio (también administrativo) de la familia del padre a la que ahora se enfrenta con fortaleza y determinación adolescente.

Simón reconstruye y acompaña este viaje que es también, como en los filmes anteriores, un viaje hacia el (auto)conocimiento y la sanación, un viaje que se esquina lo justo para observar a sus personajes desde ese ángulo misterioso que va revelando poco a poco, en cada encuentro, en pequeños gestos, detalles y palabras, los datos esenciales y las piezas necesarias para reconstruir un puzle hecho de retazos incompletos, contradicciones, mentiras más o menos piadosas o silencios de la vergüenza.

Podría decirse que Romería es un filme de fantasmas que regresan para explicarse y de reencuentros inevitables, una película que intenta resucitar en imágenes el vacío visual y sonoro de la memoria autobiográfica, la identidad incompleta y también pasar página para avanzar, con una cámara en la mano, más ligera de equipaje, afirmando la cruda realidad. Simón sabe acompañar el punto de vista de su protagonista (extraordinaria la debutante Llucía García) y su mirada fascinada, silenciosa y perpleja a esa familia paterna que ha hecho las apariencias y la normalidad burguesa su propia coraza emocional ante el desastre. Pero no se queda ahí y, en una decisión tan arriesgada como cuestionable, abre su relato, tránsito mágico-onírico y desdoblamiento de actores mediante, a la reconstrucción de ese pasado de sus padres, su fulgor y su ocaso maldito.

No hay aquí, por suerte, sociología, tampoco denuncia freudiana explícita (aunque esa matriarca que encarga Marina Troncoso merece comentario aparte). Es posible que no hubiera hecho falta materializar a los fantasmas bailando su danza de la muerte al son de los Siniestro Total porque ya venían acechando el paisaje y sus ruinas. A pesar de todo ello, y de su fuga a través de las azoteas con vistas a la ría de Vigo, Romería regresa a tiempo a su camino y completa con éxito y destellos de auténtica emoción cinematográfica una trilogía que anuncia el verdadero despegue de una gran cineasta.

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