El parqué
Escasas variaciones
Cuatro horas en cola tiene una mano de obra. Cuatro horas guardando cola es una prueba de resistencia físico-anímica importante, quizás desmesurada, en la que se precisa unos nervios bien templados para no colisionar dialécticamente con el antecesor o con el sucesor, un espanto. Bueno, pues eso es el tiempo que estuvo un afecto esperando el momento más deseado. Que hay que tener ganas de cumplir con el objetivo para semejante plantón. El secreto, claro, estriba en el significado del objetivo y el que perseguía quien se llevó cuatro horas a pie firme oteando en el horizonte la figura de Gallito estaba plenamente justificado. Tras aquel tremebundo sofocón del día de San Luis Gonzaga en que arrancaba el verano se anhelaba casi enfermizamente comprobar que aquello había sido una pesadilla de la que había que salir por vía de urgencia aun a costa de estar cuatro horas a pie firme. Y tras un sacrificio cumplido con gusto llegó la buena nueva de que la Esperanza había vuelto para quedarse.
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