Sevillanos tomados por pardillos

Debemos tener cara de viajar poco, los hoteles quieren que conozcamos su funcionamiento

Patio de Banderas, Patio de las Colchas

La importancia del tío de los botellines

Una huésped en la habitación de un hotel.
Una huésped en la habitación de un hotel. / M. G.

12 de noviembre 2025 - 04:00

La cara de pardillos que debemos tener los sevillanos que hay una serie de hoteles que declaran unos días de puertas abiertas para que conozcamos cómo funcionan y cómo asumen determinadas gestiones de sostenibilidad (¡Bingo, salió el término estrella!). Los propios sevillanos podríamos hacer una de demostración sobre cómo desenvolvernos por el centro, cómo sortear las bullas cotidianas, cómo conseguir una mesa en El Rinconcillo, cómo pasar por una acera donde los turistas hacen cola de forma absurda en bares sin ningún valor añadido pero que el algoritmo de turno ha sido orientado para que sean una y otra vez recomendados, cómo nos movemos un domingo por la mañana por el entorno de la Catedral o la Encarnación, cómo lograr un taxi en hora punta, o cómo recuperar la barra de toda la vida de una taberna que se ha consagrado a las mesas ("Solo son para comer, ¿van a almorzar"). Las jornadas de puertas abiertas son muy reveladoras. ¿De verdad tiene que entrar un sevillano en un hotel para saber cómo funciona el establecimiento? Entendimos perfectamente el programa 'Abierto por Obras' de la restauración del Salvador, ¿verdad señor Moeckel? Aquella iniciativa estaba inspirada en el modelo de la Catedral de Vitoria. Pudimos apreciar cómo se anclaban los cimientos en un suelo de elevado nivel freático, causa principal de los daños en la estructura del edificio. También disfrutamos de las jornadas de puertas abiertas que con frecuencia organiza el Ayuntamiento. Podemos ver el despacho del señor alcalde. O las del Parlamento de Andalucía, con Jesús Aguirre al frente, el mayor símbolo de puertas abiertas que existe en la clase política. Hay veces que Benito Mateos-Nevado, presidente del Real Círculo de Labradores, enseña las colosales cocinas de la caseta del club, un modelo de actividad digno de ser conocido. ¿O qué decimos si tienen ustedes la suerte de una visita a la parte desconocida del Real Alcázar, la que gestiona Patrimonio Nacional, o al exclusivo Palacio de la Motilla de Mario López Magdaleno?

¿Pero tenemos que ver los hoteles por dentro como si fuéramos catetos que no viajamos? Salvo que sea para conocer las nuevas normas para que los ilustres huéspedes no tiendan los bañadores en las ventanas, o para que no salgan semidesnudos a echar el cigarro en el balcón... No le vemos el interés. Cualquiera pueda entrar en el Hotel Alfonso XIII o en el Hotel Colón a tomarse un café y disfrutar de la arquitectura regionalista en el primero, y del salón de la rotonda con preciosa cúpula en el segundo. Aquí las mejores puertas abiertas las organiza el Colegio de Arquitectos con esa semana especial donde nos enseña y explica la construcción o rehabilitación de edificios. Esto de los hoteles que nos pretenden enseñar suena a mala conciencia. Al típico amigo que confunde la discreción con la ignorancia y te martillea con preguntas invasivas. "¿Tú sabes lo que es la sostenibilidad?" "¿Tú sabes lo que es un mozo de espadas?" "¿Tú sabes qué se celebra realmente en Halloween?" No, no sabemos nada. Somos unos catetos.

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