
NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un partido tocado, un presidente tóxico
La aldaba
Está muy bien que el alcalde plantee el cobro de una tasa por actos que congregan grandes cantidades público, sobre todo los fines de semana, como ha ocurrido este último con el concierto de Manuel Carrasco y el Festival Interestelar en la Cartuja, amén de las procesiones de turno. Es la Sevilla de los excesos que a Sanz le ha tocado gestionar. De hecho, vamos tarde en varios aspectos. Hace tiempo que la ciudad se nos ha quedado pequeña para una cada vez mayor demanda de uso. El cobro de una tasa por los denominados eventos es una buena iniciativa, como el cobro del eurito en el espectáculo del río en Navidad. Dice el alcalde que a Sevilla le faltan 500 policías locales. ¡Bien denunciado! Y que también se necesitan más agentes de la Policía Nacional. Si eso es así, que no lo dudamos, convendría no autorizar actos masivos si no se puede garantizar la seguridad. Sería una cautela más que razonable, responsable y exigible. ¿O acaso hemos estado en situación de riesgo en varios tramos horarios del pasado fin de semana? No podemos vivir por encima de nuestras posibilidades. Hay ya precedentes de procesiones no autorizadas por falta de policías locales. Muy bien, eso es gobernar: tomar decisiones, priorizar, valorar la seguridad de las personas antes que ciertas economías.
Fíjense cómo está de disparado el uso de la vía pública que nuestros principales problemas son la falta de policías, la limpieza y la carencia de taxis en horas puntas, además del problema de la vivienda que es generalizado en toda España. Hace tiempo que los alcaldes de Sevilla y de otras grandes ciudades sufren tensiones con los cuerpos de la Policía Local. Y con no poca frecuencia, con los de bomberos. No es un problema exclusivo de Sevilla. El alcalde Rojas-Marcos se la jugó una Feria de principios de los años 90 cuando los empleados municipales de limpieza y algunos caseteros indignados dejaron la puerta de la caseta municipal como un estercolero. Alejandro salió a pecho descubierto, sin compañía ni escolta y denunciando el daño que le estaban haciendo a la ciudad en una de sus principales fiestas mayores. Se llevó portadas de periódicos de hasta de fuera de Sevilla. Después alcanzó un acuerdo, pero puso el foco en quienes aguaban la fiesta. Y, por cierto, tenía preparada una alternativa: empleados de Martín Casillas estaban preparados para recoger la basura con escolta policial. No fue necesario. Sevilla ya no puede con todo, cosa de la que presumía el propio Alejandro cuando tocó gestionar la Feria y nada menos que el comienzo de la Exposición Universal. Urge actualizar los servicios definitivamente, ponerlos a la altura de la demanda de uso de sus grandes espacios e infraestructuras urbanas. Y al alcalde corresponderá las negociaciones siempre complejas con la Policía Local. La cuota extra por eventos se debe cobrar como las derramas que se aprueban en una comunidad de vecinos. No terminamos de estar preparados para el turismo depredador y el escapismo vitalista que caracteriza a las sociedades de hoy. Si no hay policías, procede el clarinazo de la suspensión o el aplazamiento.
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