La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sánchez entra en los templos cuando quiere
Cómo sanar las heridas de la infancia
En la edad adulta se tienen muchas responsabilidades, pero durante la etapa de la infancia se aprende muchísimo. Está formada por muchas experiencias, algunas buenas y otras malas. En muchas ocasiones, la mayoría de los niños atraviesan por situaciones que dejan heridas emocionales profundas, que repercuten en su desarrollo psicológico y en la manera en que, de adultos, perciben el mundo y se relacionan con los demás. Estas heridas mentales de la infancia no son golpes visibles en la piel, sino cicatrices invisibles en la mente y en el corazón, y reconocerlas es el primer paso para sanarlas. Javier de Haro, psicólogo y padre, analiza cuáles son los cinco comportamientos que detallan que una persona tiene heridas de la infancia: "Se pueden curar, pero se deben reconocer".
Son aquellas experiencias dolorosas o traumáticas que un niño no logra procesar adecuadamente y que dejan una marca duradera en su autoestima, confianza y capacidad de relacionarse. Pueden originarse tanto en contextos de violencia o abuso, como en situaciones más sutiles de abandono emocional, rechazo o falta de apoyo. No siempre son producto de una intención maliciosa. Muchas veces, padres y cuidadores repiten patrones aprendidos o actúan bajo estrés, sin ser conscientes del impacto que generan. Pero para el niño, que interpreta el mundo con menos recursos emocionales, el daño puede ser significativo.
Estos son los cinco comportamientos que demuestran que las personas adultas han tenido heridas en la infancia: En primer lugar, pides perdón por todo y todo el tiempo. También te sientes mal si descansas o te cuidas. En tercer lugar, no sabes decir que no incluso cuando sabes que decir que si te hace daño. En cuarto lugar, te esperas que pase lo peor y te preocupa casi todo. Por último, cuando alguien te valora positivamente, sientes que no lo mereces o te cuesta mucho aceptarlo. Si todas estas conductas interfieren en tu día a día piensa que estas se pueden curar, como indica el psicólogo.
Si por el contrario, no las curamos, estas pueden repercutir negativamente en la salud. Estos son varios ejemplos de lo que puede pasar a largo plazo:
En algunos casos, las heridas infantiles pueden incluso aumentar el riesgo de desarrollar trastornos psicológicos más graves, como el trastorno límite de la personalidad o la depresión mayor.
Algunas pistas de que un niño está desarrollando una herida emocional pueden ser:
Reconocer estos signos a tiempo puede ayudar a intervenir y evitar que la herida se profundice.
Aunque las heridas emocionales de la infancia pueden ser muy dolorosas, también es posible sanarlas y transformarlas. El proceso requiere paciencia, autoconocimiento y, en muchos casos, apoyo terapéutico.
Algunas estrategias son:
Aunque muchos adultos buscan sanar sus heridas, lo ideal es prevenirlas desde la infancia. Para ello, padres, maestros y cuidadores juegan un papel esencial:
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