La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La botella de cava barato, símbolo del triunfo
This browser does not support the video element.
En el año 1654, en el corazón del siglo XVII, la primitiva hermandad de Nuestra Señora de la Esperanza, originaria de San Basilio, se trasladó a la Parroquia de San Gil, templo donde hubo de permanecer durante tres siglos. Para conseguir tal fin, en las nuevas Reglas aprobadas se debería incluir como condición la contemplación de “de la Injusta Sentencia de Muerte que dieron a Cristo Nuestro Redentor” , por lo que un nuevo titular pasaría a formar parte de esta cofradía, el Señor de la Sentencia, que ese mismo año de 1654 llegó a la corporación.
Desde entonces, el Señor de la Sentencia se ha mantenido intrínsecamente vinculado no solo a la cofradía, sino a la identidad irrevocable del barrio de la Macarena. A pesar de las modificaciones en el paso de misterio, la casi extinción de la hermandad en el XVIII, las diferentes ubicaciones en el propio paso con diferentes figuras secundarias... La imagen ha ocupado un lugar central en la configuración de todo un barrio por su impronta tan diferenciada, por la atractiva globalidad de su puesta en escena y por la sincera devoción que ha originado en torno a sus fieles.
Como cada primer viernes de Cuaresma, la imagen del Señor de la Sentencia salió a las calles de su barrio en Vía Crucis piadoso, uno de los actos más multitudinarios de todos estos cuarenta días. Portaba la túnica regionalista de Juan Manuel Rodríguez Ojeda, de 1910 (que tan deliciosamente bien le sienta, como es natural, cumpliendo con la iconografía) y varias de las estaciones se aplicaron por las víctimas del Terremoto de Turquía y Siria, así como por la paz en Ucrania. Ciudadanos de estos países leyeron algunos pasajes, en absoluta comunión con toda Sevilla. Porque en ese asidero definitivo que es Dios encontramos la razón final para nuestra esperanza, para nuestra paz, para nuestro porvenir. Silencio.
Otro de los atractivos de este Vía Crucis recala en la contemplación del Señor de la Sentencia por esas callejuelas que habitualmente no transita durante el Viernes Santo. Un año Monederos, Torrigiano, Esperanza; este, Antonio Susillo, célebre e incomprendido escultor cuyo nombre está sellado para siempre en la Macarena, o Sagunto, ese callejón entre San Gil y la gloria terrenal de Parras. En torno a las diez de la noche entró el Señor de la Sentencia de nuevo en la Basílica. Entre la soga serpenteante que le ata las manos también se anuda y apuntala lo que parece aún fantasioso y mágico: que la Cuaresma en Sevilla es una realidad, que ha llegado, y que es tan cierta como la vida misma que recuperamos en los ojos definitivos del Señor de la Sentencia.
Temas relacionados
También te puede interesar
Lo último
2 Comentarios