La natalidad en Sevilla se desploma con 6.000 niños menos en una década
Demografía
El grupo de madres de 30 a 34 años es en el que mayor pérdida de nacimientos se registra
La bajada repercute en la oferta escolar, donde la Junta ya avisa de “un descenso significativo en el número de alumnos”
Pintadas en un instituto de Sevilla con denuncias de acoso escolar
La crisis de natalidad sigue imparable. En Sevilla han dejado de nacer en diez años cerca de 6.000 niños. La merma no es baladí. Además de estrecharse la base de la pirámide poblacional, esta tendencia afecta a sectores clave de la sociedad. Uno de los más perjudicados es el educativo, donde las consecuencias de la bajada en los alumbramientos se traduce en cierres de aulas y hasta de colegios. Las perspectivas no son nada halagüeñas. No se atisba un cambio de tendencia a corto ni medio plazo. El resultado, una población cada vez más envejecida.
Las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE) no dejan lugar a dudas. El número de nacimientos en la provincia de Sevilla continúa en caída libre. El cómputo global de 2024 (se trata la primera estimación del año pasado) es de 14.255, los niños que nacieron durante ese ejercicio. En la comparativa interanual, la bajada supone 217 alumbramientos menos, que en términos porcentuales se queda en un -1,50%. Esta diferencia puede resultar ínfima entre un año y otro, pero si se toma una perspectiva más amplia, el calificativo se eleva ya a preopucante.
Para este fin, sirva como referencia 2014, una década respecto al dato más actualizado que aporta el ente estatal. En aquel ejercicio, en la provincia, se contabilizaron 20.177 nacimientos. Desde entonces este registro ha descendido en 5.922 niños. Una cifra bastante esclarecedora de la tendencia demográfica que marca este periodo, condicionado por dos factores claves: los últimos estragos de la debacle financiera surgida a finales de 2007 y la crisis sanitaria desatada por el Covid en 2020. La reducción porcentual en estos diez años roza el 30%.
Por grupos de edad
Conviene aquí analizar dicha evolución según los grupos de edad de las madres. Los principales son los que comprenden las siguientes franjas: de 20 a 29 años, de 30 a 34 y de 35 a 39. En ninguno de ellos la tendencia es positiva. Todos concluyen con signos negativos. En el primero, se registran 1.394 nacimientos menos en esta década; el segundo grupo presenta el peor balance, con una bajada de -2.538 en los nacimientos; mientras que en la tercera esta merma tampoco es leve, con 1.494 niños menos.
Aunque lejos de tales cifras, resulta interesante atender lo que ocurre en los siguientes grupos quinquenales. Tanto en el de 40 a 44 años, como el de 45 a 49 se producen aumentos. En el primero de ellos, durante estos diez años, se ha pasado de 1.171 nacimientos a 1.226 (49 más), y en el segundo, de 60 a 111 (casi el doble). Aunque se trata de números muy por debajo de los anteriores segmentos de edad, es llamativo que en ellos se produzcan subidas. Esta diferencia refleja un importante cambio social.
Por un lado, una bajada generalizada de la natalidad, que se encuentra en crisis desde finales de la primera década del siglo XXI. Como se ha mencionado antes, entran aquí en juego dos circunstancias históricas: la debacle financiera de 2007 y la pandemia del Covid. Pero también en esta tendencia inciden otros factores. Uno es el individualismo social, que anula la supremacía del modelo de familia tradicional y da cabida a otros tipos con menor número de hijos o sin ellos. Y, sin duda, el condicionante de mayor peso es el encarecimiento de la vivienda, que, junto a una inflación de los precios, difícilmente resulta asumible para unos salarios que a duras penas se incrementan. La subida del coste de la vida se ha convertido en una dura traba para que las generaciones más jóvenes logren una independencia económica que les permita crear una familia, lo que explica, en buena medida, la merma de la natalidad y que la edad de ser madre se retrase. En esto último también influyen los avances en genética.
La escolarización
La reducción en el número de nacimientos tiene una clara consecuencia en la educación. La propia Junta de Andalucía, en una nota de prensa, informaba hace escasos días de "un descenso significativo en el número de niños de tres años que acceden por primera vez a los colegios". En concreto, para el próximo curso, para quienes acceden al segundo ciclo de Infantil, se toma de referencia los nacidos en 2022, que fueron 14.604, lo que representa una disminución de 1.051 respecto a los alumbramientos de 2021 en la provincia. Aunque desde la consejería que preside María del Carmen Castillo se defiende una oferta de plazas para esta edad lo suficientemente amplia para garantizar "la libre elección de centro de enseñanza", queda claro que a menos niños, menos pupitres ocupados y, por tanto, más posibilidades de cierre de aulas y hasta de colegios. Sirva de ejemplo lo ocurrido en el CEIP San Ignacio de Loyola, en el Polígono de San Pablo, en Sevilla capital.
La junta de personal docente de centros no universtarios -donde tienen cabida distintos sindicatos de enseñanza- denunció el año pasado que en los últimos seis cursos (desde que el PP gobierna Andalucía) se han cerrado en la provincia sevillana 700 aulas públicas, medida que apenas ha afectado a los centros concertados. A ello se une la opción cada vez más presente de aulas mixtas, que reúne a alumnos de distintas etapas. Este tipo de clase era habitual en pedanías, pero ya se ha hecho realidad en colegios de la capital y de municipios del área metropolitana. Frente a estas decisiones de la consejería, los sindicatos y AMPA abogan por aprovechar la crisis de natalidad para aplicar una bajada de la ratio, la cual permita una atención más individualizada, acorde con los principios pedagógicos de la actual centuria.
Para rebatir estas críticas, la administración autonómica asegura que las aulas no se cierran, sino que se "transforman". Es decir, que una clase que antes se dedicaba al segundo ciclo de Educación Infantil pasa ahora a ser una específica de Educación Especial, enseñanza muy demandada por las familias y los centros.
La población extranjera
Uno de los aspectos a tener en cuenta en este análisis demográfico es la evolución de la población extranjera, que los expertos consideran como un verdadero soporte de la natalidad. El dato más reicente que aporta el INE en cuanto a población por edad (año a año) es de 2022. Los niños que nacieron entonces se incorporarán por primera vez el próximo curso a las aulas de los colegios. En la provincia había registrados, con cero años, 14.364 bebés de nacionalidad española, frente a los 409 que venían de otros países.
Si se hace una retrospectiva, tomando de referencia 2012 (una década), las cifras de cada grupo son 19.970 y 691. En ambos, evidentemente, la tendencia ha sido a la baja. En términos porcentuales, en los primeros ha sido del -28% y en los segundos, del -40%, aunque en números redondos la pérdida más significativa se produce en los nativos, con 5.604 niños menos. En los extranjeros, la merma se queda en 282.
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