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Dos robos de marihuana que resultaron mortales

  • Dos de los tres homicidios registrados en Sevilla en el primer trimestre de 2019 estuvieron relacionados con el tráfico de cannabis

Guardias civiles, en el Aral, lugar del crimen de La Algaba.

Guardias civiles, en el Aral, lugar del crimen de La Algaba. / Juan Carlos Vázquez

Dos de los tres homicidios ocurridos en la provincia de Sevilla en el primer trimestre del año tuvieron el mismo móvil: fueron ajustes de cuentas por el robo de marihuana. Es cierto que es una droga blanda y cuyo consumo no está tan mal visto como el de la cocaína o la heroína, pero también lo es que las mafias que la cultivan, la distribuyen e incluso la exportan a otros países funcionan con las mismas reglas de siempre: amenazas, secuestros, extorsiones y, llegado el caso, asesinatos.

Son verdaderas organizaciones criminales, en muchos casos herederas de las grandes familias que controlaban el negocio de las drogas duras años atrás. Ahora, estos clanes se han pasado a la marihuana. Para ellos es un negocio igual o más rentable que el de la cocaína o la heroína, sobre todo porque hay mucha más demanda de marihuana.

Al ser una droga blanda, con menos efectos nocivos para la salud que otras, las condenas por traficar con ella suelen ser mucho más leves. Y además, en caso de detenciones, es todavía muy infrecuente que un juez decrete prisión provisional, por lo que los arrestados suelen quedar libres hasta que se celebre el juicio.

Tampoco supone unos grandes esfuerzos a la hora de cultivarla. Casi todo el cannabis que se consume en Europa (incluida Holanda, donde el consumo es legal) se produce en España. Aunque sigue habiendo grandes plantaciones en el campo, en los últimos años se ha extendido un modo de cultivo llamado indoor, que se hace en el interior de viviendas, con potentes focos de luz y aparatos de aire acondicionado para mantener la temperatura idónea. Muchos de los pisos de las Tres Mil Viviendas se utilizan para plantaciones de este tipo. Para no tener que asumir el enorme gasto de luz que supone una plantación indoor, las mafias suelen robar el fluido eléctrico del alumbrado público.

Un policía nacional, durante el registro de una casa de los asesinos de Cayetano Romero. Un policía nacional, durante el registro de una casa de los asesinos de Cayetano Romero.

Un policía nacional, durante el registro de una casa de los asesinos de Cayetano Romero. / DGP

Los clanes suelen extorsionar a vecinos de las Tres Mil Viviendas para quedarse con sus pisos. A veces también funcionan como prestamistas, dejando dinero a familias a las que ya los bancos no les dan crédito. Lo hacen siempre a intereses muy altos. Cuando los deudores no pueden pagar, terminan entregando sus casas. Esos pisos acaban albergando plantaciones de marihuana. Hace unos días, el grupo de abogados que conforma el Comité Rene Cassin informó de que tiene constancia de al menos seis casos de extorsiones de este tipo en el Polígono Sur. Hay muchas más, pero se desconocen las cifras porque nadie las denuncia ante la Policía o los juzgados.

Lo hizo después de que la Policía Nacional informara de la detención de siete personas presuntamente implicadas en el asesinato de un joven de 34 años, Cayetano Romero, que apareció muerto en un descampado de Dos Hermanas el pasado 8 de marzo. Tres meses después, la Policía esclareció el crimen y detuvo a varios miembros del clan de los Gasco, una familia de las Tres Mil Viviendas relacionada desde hace muchos años con el tráfico de drogas.

La teoría principal que manejan los investigadores es que Romero y un compañero de trabajo ejercieron de intermediario en una venta de marihuana pero se quedaron con la droga. Los asesinos los secuestraron y torturaron en un piso de las Tres Mil. A Romero lo golpearon hasta la muerte, mientras que el compañero salvó la vida porque entregó las llaves de una parcela de su propiedad para saldar la deuda.

Un policía nacional, durante una intervención de marihuana en un piso de las Tres Mil. Un policía nacional, durante una intervención de marihuana en un piso de las Tres Mil.

Un policía nacional, durante una intervención de marihuana en un piso de las Tres Mil. / DGP

Los dos jóvenes fueron secuestrados la tarde del 1 de marzo. Un vecino que recogía espárragos encontró el cadáver de Cayetano Romero ocho días después. Mes y medio antes, el 13 de enero, un joven de 20 años apareció muerto en el Aral, una pedanía de La Algaba. Era un chico de Málaga que mantenía una relación con una joven de La Algaba. Diez días después, la Guardia Civil detenía a un delincuente común de la localidad, conocido como el Nono, como presunto autor del homicidio. El móvil del crimen fue el intento de robo de una partida de marihuana que se guardaba en una finca del Aral.

Dos homicidios con la misma causa en mes y medio. Dos de los tres que hubo en Sevilla en los primeros tres meses del año. El tercero fue un crimen machista en Dos Hermanas. Tampoco fueron los primeros. El pasado mes de marzo fue absuelto un hombre acusado de matar a otro en una finca de Utrera, el 2 de octubre de 2016.

Aunque no quedó probado, se barajó que la víctima había ido a robar marihuana que había en la parcela. El acusado fue absuelto porque actuó en legítima defensa, aunque se le condenó a un año y medio por tenencia ilícita de armas. Tres muertes en tres años es el balance del tráfico de marihuana en Sevilla.

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