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La mesura del tiempo: Diego Carlos, ¿un mal traspaso?

Diego Carlos intenta una chilena ante Akapo en el Sevilla-Cádiz del final de la pasada Liga.

Diego Carlos intenta una chilena ante Akapo en el Sevilla-Cádiz del final de la pasada Liga. / EFE

Conforme pasan los días menos malo parece el traspaso de Diego Carlos al Aston Villa por el Sevilla, aunque el verdadero juicio sólo tendrá datos para la ecuanimidad en septiembre, ya cerrada la ventana de agosto. La polvareda que levantaron las condiciones de su salida provocaron críticas muy aceradas en la prensa local y la afición sevillista.

Unos y otros se rasgaban las vestiduras por lo que consideraban una venta a la baja, precipitada, una gestión amedrentada, poco valiente o producto de una urgencia propia de una mala gestión en años precedentes. Pero ya está aquí julio y apenas ha habido ocho traspasos superiores al de Diego Carlos y todos ellos de futbolistas mucho más jóvenes, un valor a tener en cuenta.

Uno de los datos que desde el Sevilla se esgrimió, internamente, para justificar el traspaso por 33 millones de euros –en Transfermarkt figura la cifra que el Aston Villa filtró a la BBC, 31 millones de euros– fue que por un central de su edad, 29 años, en los últimos tiempos sólo se había pagado más por Varane, cuando el Manchester United se lo birló al Real Madrid por 40 millones, más 10 en variables.

La elevada edad del brasileño, en una etapa de madurez después de, quizá, su mejor temporada por rendimiento y compromiso, era una cortapisa importante, porque todo lo que un club invirtiera en él ahora no podrá recuperarlo en forma de plusvalía al paso de los años con otro traspaso.

Esta es la razón por la que entre los diez traspasos más elevados en lo que va de mercado estival, tan varado como está, figura solamente otro treintañero y por un precio similar al de Diego Carlos, Sadio Mané. El delantero senegalés decidió aceptar la oferta del Bayern Múnich para firmar su último gran contrato a sus 30 años y el Liverpool aceptó gustosamente los 32 millones de euros que los bávaros ofrecieron por él.

Esta misma semana, última completa de junio, se ha oficializado el traspaso que cierra la clasificación de los diez más caros en lo que va de verano, un verano de sequía en fichajes. Quizá la de Mané sea la referencia más adecuada como vara de medir.

El futbolista que encabeza ese listado es Tchouaméni, por el que, según las cifras que ofrece Transfermarkt, el Real Madrid pagó 80 millones de euros –más otros 20 en variables que podrían alcanzar los 100 según qué objetivos cumpla–. El mediocampista francés del Mónaco era una de las piezas más codiciadas del mercado con un factor clave para ese elevado precio: sus 22 añitos y todo lo que tiene por delante para amortizar esa enorme inversión.

El segundo de la lista Darwin Núñez, quien, a sus 23 años, ha sido quizá la gran sorpresa del mercado, por los 75 millones de euros que el Liverpool ha pagado al Benfica para hacerse con sus servicios.

Lo sigue Erling Haaland, por el que el Manchester City ha pagado al Borussia Dortmund 60 millones de euros, menos del doble de los costes de traspaso de Mané o Diego Carlos, cuando era una de las perlas más atractivas del fútbol europeo a sus 21 años. De hecho, su valoración en las webs especializadas es muy superior, de 150 millones de euros.

Pero esta venta estaba condicionado por su cláusula de rescisión, de 60 millones, y el coste total es muy superior y dejará grandes pellizcos al padre del futbolista y a sus agentes, dado el bajo coste de su traspaso, en relación a su cotización, y la pugna que había entre los grandes europeos. Pero a Dortmund sólo llegarán 60 millones.

La Fiorentina recibió de la Juventus 40 millones por el extremo Chiesa (24 años); el PSG pagó al Sporting 38 millones por el lateral Nuno Mendes (20 años); el Arsenal, 35 millones al Oporto por el mediocampista Fabio Vieira (22 años); el Rennes recibirá del West Ham 35 millones por el central Nayef Aguerd; y el Salzburgo, por el mediocampista Aaronson (21 años), recibirá del Leeds 33 millones, lo mismo que el Sevilla por Diego Carlos. Esos son los fríos datos a estas alturas de verano.

En septiembre, la perspectiva puede ser otra. Pero, por ahora, con los grandes traspasos dándose muy de cuando en cuando y por montantes mucho más reducidos que los años precedentes a la pandemia, el de Diego Carlos no es un traspaso ni bueno ni malo. Es simplemente un traspaso que sigue la norma de un mercado más que atascado y con escasísima liquidez. Y eso también debieron de preverlo los gestores del Sevilla a la hora de dar luz verde a su salida, ¿no? 

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