El Sevilla de Almeyda no sabe encajar

Sueños esféricos

Rozar la pirólisis en cada partido requiere carácter cuando el de enfrente te llegue

Muriqi marca el 1-1 que dejó grogui al Sevilla ante el Mallorca. / Antonio Pizarro

20 de octubre 2025 - 06:16

ME apasiona el cine tanto como el deporte, pero no abundan las películas de temática deportiva que me hayan apasionado salvo una excepción. No puedo sustraerme de los tópicos con que los guionistas salpican las historias. Ni siquiera El castañazo (hockey sobre hielo), Carros de fuego (atletismo) o Un domingo cualquiera (fútbol americano) me dieron el pellizco pese a ser dignos exponentes. Sí lo hizo Match point, pero aquí Woody Allen usó el tenis como macguffin para contar otra libinidosa historia...

Sólo en un deporte en franco declive, pero que ha retratado como ninguno lo más sórdido del alma humana, el boxeo, he asentido desde la butaca: Toro salvaje, Más dura será la caída, El ídolo de barro, The Boxer, Rocky, Cinderella Man, sobre todo Million Dollar Baby...

No voy a ser original para recurrir al símil pugilístico para describir al Sevilla de Matías Almeyda y sus circunstancias. El corajudo entrenador argentino aprieta sus nervudos puños para arengar a su tropa y sólo le falta la toalla en el hombro y el tubo de vaselina para aplicarle a sus chicos en el rostro.

Tiene clarísimo el Pelado que el camino de la salvación será el del esparto, seda poca. La fricción como modo de vida. Las piernas como molinillos incesantes. El baño en sudor. Los partidos al límite, rozando la pirólisis. Hasta el decorado en Nervión ha acompañado en los dos últimos partidos gracias al inclemente de Javier Tebas y sus horarios que ignoran la integridad física del aficionado.

Como en el caso de esos vociferantes y exaltados apostantes de las películas de boxeo, el sevillismo se ha encaramado a esa ola de agua hirviendo.

En estos filmes, los púgiles tan pronto besan la gloria como la lona. Y este Sevilla no lo es menos: capaz de noquear al campeón de los pesados y caer a plomo ante un arrugado aspirante. No sabe encajar el equipo de Almeyda. Como le lleguen, queda grogui y el estadio enmudece resignado. Lo volvió a demostrar Muriqi, cuyo físico es muy propio de alguno de esos clásicos del ring.

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