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Ignacio González pide sitio de nuevo

El novillero es el único que consigue sacar algo en claro de un buen encierro de Torres Gibaja con el que no se acoplaron ni Víctor Abad ni Rafael Tejada

Francisco Javier Domínguez

28 de mayo 2009 - 07:01

Ignacio González cogió un cabreo monumental porque el presidente no le dio la segunda oreja del quinto. Hubo petición pero Vicente Raya no la concedió y el joven torero golpeó con fuerza las tablas en señal de rabia y de enfado. Tiene ganas de ser torero, ha resurgido después de un tiempo de dudas, se le ve con brío y aunque tiene las carencias lógicas de su escaso bagaje demostró un valor y una voluntad a prueba de bombas. Por eso le cabreó que no le dieran la segunda oreja. Por eso se puede decir que cortó untrofeo con fuerza pues de haber obtenido el segundo éste hubiera sido escasito, aunque visto el listón del martes... Esto le cerraba la Puerta de Los Califas, pero, como decía el difunto Canorea, la plaza sigue ahí, y si sigue haciendo méritos, como ayer, seguro que vuelve. Y es de esperarn que con mayor poso técnico porque el valor sin técnica suele ser primo hermano del atropello de la razón y de las equivocaciones en las distancias y en los terrenos. Debe quedarse Ignacio con una conclusión, con que recupera el crédito y vuelve a la mira de los aficionados, sobre todo porque estuvo en novillero y porque cumplió.

Ignacio González consiguió ligar tandas muy aseadas y por momentos vibrantes al que hizo quinto. Lo llevó más largo por el pitón derecho y eso lo agradeció el animal, que se vino arriba después de las banderillas. El novillo sirvió, y mucho, como casi todo el encierro. Así, González se echó la mano a la derecha y lo pasó en tres tanda muy aseadas en las que faltó algo de profundidad y de remate pero que resultaron limpias y aseadas. Luego se echó la muleta a la zurda y con ésta se atropelló, acortó las distancias y el novillo se puso a la defensiva. Menos mal que una vez se dio cuenta de que la faena iba a menos, el torero fue cerrando el trasteo con un redondo invertido, que resultó limpio y con otro más ya cerrado en tablas. Un desplante de rodillas tirando la muleta fue el prologo de la estocada y de la oreja cortada a ley, que aunque para el tenga un sabor agridulce siempre es mejor que un segundo trofeo con poco fuerza y discutido. Además ya tiene el Trofeo Calerito.

En el primero de su lote, Ignacio González estuvo más atropellado. Comenzó su labor yéndose a los medios para citar de espaldas al toro recién salido. El animal salió como una bala y le rozó la taleguilla en un salto escalofriante. A partir de ese momento se embarulló malamente con el capote y no consiguió nada. Luego, con la muleta hubo series con la mano derecha más o menos limpias pero ayunas de colocación correcta y sin profundidad. Poco a poco el torero se fue poniendo más encimista y cogió la muleta con la izquierda para ahogar la embestida de la res. Menos mal que corrigió este defecto en el segundo de su lote. No obstante, el joven torero cordobés consiguió sacar muletazos sueltos, sobre todo por el izquierdo de mérito ya que estuvo más cruzado. Tras las manoletinas, que se han convertido de rigor en esta plaza, se fue a por la espada y cortó la primera oreja, en la que también tuvo mérito uno de sus banderilleros, que se tapaba la cara con el capote y daba voces como un poseso. “Vamos, vamos”, decía con la esclavina a la altura de las cejas. Lamentable.

Víctor Abad no tuvo su tarde. Pechó con un primer novillo que se le fue apagando, quizá fue el menos bueno y aunque consiguió aprovecharle el viaje y enjaretarle muletazos con la mano derecha, faltó ajuste. Aunque fueron más las carencias técnicas que la transmisión de los tendidos, es cierto que comenzó de forma aseada su trasteo, que en la primera tanda por la derecha lo llevó largo en dos ocasiones y que hubo otra serie más con buen aire y reposo, pero ya está. Poco a poco el toro se fue acabando y él se fue poniendo cada vez más al hilo del pitón.

Con el segundo de su lote, salió enrabietado, pero eso hizo que estuviera acelerado por momentos. Los muletazos salían hasta cierto punto limpios, pero rápidos y sin calidad. Todo ante uno de los novillos de la tarde, porque tenía casta y eso le hizo irse arriba y sobrepasar con su condición al novillero que, sencillamente, no pudo con él.

Rafael Tejada, ingeniero agrónomo de 35 años, hizo albergar esperanzas en el inicio de faena del primero de su lote. Abrió con muletazos por bajo muy toreros y con remates de empaque y gusto. Y como el utrero se desplazaba al uso de la novillada, con largueza y calidad, pues Tejada pudo componer la figura de tal manera que pensábamos que había más torero. Pero no, su trasteo fue a menos y quedó en trapazos tras recibir una fea voltereta sin consecuencias. En el segundo de su lote, más de lo mismo. Compone la figura, pero el toreo es otra cosa.

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