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El narcisismo de Marko Marin, otra prueba para el técnico

Marko Marin, en Valencia.
J. A. Sevilla

27 de septiembre 2013 - 05:02

Llegó como una estrella y lo es. El entrenador también lo ve así y, de hecho, ha condicionado el sistema para que Marko Marin juegue a su gusto y se sienta cómodo en el campo. Brilló particularmente en los partidos europeos, pero a su juego en algunos encuentros no ha puesto la intensidad y el compromiso que hay que exigirle a un futbolista internacional.

Emery ha confesado en privado que una de las razones por las que mantiene a Rakitic de medio centro y no más cerca del área es porque ni él ni Marko Marin quieren jugar en la banda. Nadie va a discutir la decisión del entrenador de respetar el deseo de su jugador, pero siempre y cuando ello sirva para sumar. Pero la realidad es que el alemán ha pecado casi desde su llegada de excesivo individualismo en algunas jugagadas en las que le ha sobrado un regate, que han provocado pérdidas peligrosas (ante el Atlético en la primera jornada costó un gol) y en las que tampoco ha ofrecido una mínima tensión defensiva. Incluso se le ha visto recriminar a algún compañero no pasarle el balón cuando se ha visto con ventaja para marcar.

Por contra, sus apariciones hay veces que ponen magia al fútbol de ataque porque su calidad es mucha y la velocidad a la que juega (similar a Messi conduciendo) también le facilita sorprender, pero todos reconocen que hay que exigirle mucho más. Se entiende que quiera lucirse para volver a la selección con vistas al Mundial, pero debe comprender que necesita del equipo.

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