La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
La familia Mendoza ya es historia en el Salvador, aunque la memoria sea imposible de borrar. Con la llegada del mes de septiembre el último de la saga de campaneros que vivía en la iglesia, David Mendoza Fernández, ha tenido que abandonar la que ha sido casa de esta histórica familia durante más de cien años. La marcha de los Mendoza se ha precipitado tras el fallecimiento el pasado mes de enero del recordado Antonio Mendoza Vázquez, con quien existía un contrato de renta vitalicio.
La historia de los Mendoza y el Salvador se remonta a antes del año 1900. La actual era la cuarta generación que residía en el templo que tras la gran obra de 2008 pasó a ser colegial y cuya gestión depende ya a todos los efectos del Cabildo Catedral en virtud del comodato firmado con la Archidiócesis.
"La historia de mi familia con el Salvador la empieza mi bisabuelo José Antonio Mendoza. Él se casó con la hija del que era campanero y ya se quedó en la vivienda. A partir de ahí siempre hemos sido campaneros de la iglesia del Salvador", explica Antonio Mendoza Fernández. En 1905, José Antonio Mendoza fue providencial a la hora de salvar a la Virgen del Voto del trágico incendio que se produjo en la capilla sacramental. Desde entonces, la familia se ganó el sobrenombre de "guardianes del Salvador".
Fue Antonio Mendoza González, conocido como el hombre mosca por sus audaces ascensiones a edificios y torres sin equipo de seguridad, utilizando solo sus manos y brazos, quien abrió el taller de campanas en el Patio de los Naranjos. Tarea que heredó el fallecido Mendoza Vázquez y que sigue desarrollando la familia ahora lejos de la colegial.
La historia de los Mendoza no se puede desligar del Salvador, hasta el punto de que muchos de ellos han nacido allí. Entre sus tareas, además de campaneros, han sido responsables del montaje de la popular rampa. Antonio Mendoza Vázquez desempeñó en los últimos tiempos el trabajo de capiller. Tarea que luego asumió su hijo David y que ahora desarrolla en la Catedral tras asumir el Cabildo los trabajadores del Salvador.
Aunque pueden llegar a entender que la marcha del Salvador forma parte de los nuevos tiempos y modelos de gestión, los Mendoza no pueden ocultar la tristeza por dejar la que ha sido su casa durante más de cien años: "La dedicación de mi familia en todos estos años ha sido cuidar la casa. Nos sentimos un poco abandonados. Hemos estado toda la vida trabajando para la iglesia. Siempre hemos dicho que somos los protectores del Salvador, pero la vida cambia. Ahora para entrar en el Salvador tenemos que enseñar el DNI".
Más de un siglo de vinculación que siempre permanecerá en la memoria.
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