A punta de bisturí

Adolfo López / Médico y ex hermano mayor del Cerro

Amaos los unos a los otros

11 de noviembre 2025 - 18:10

Es encomiable en los tiempos que corren en la actualidad, donde reina el consumismo, gobierna la secularización y lidera el narcisismo, que en nuestra Sevilla eterna haya tantas personas, tantos fieles, dispuestos a entregar su tiempo y dedicación al servicio de estas, principal fuente inagotable de asociación en nuestras vidas, que son las hermandades, quizás también arrastrados por la inercia de este boom, en forma de Dana, en el que nuestras cofradías andan inmersas y cuyo techo no parece alcanzarse a vislumbrar.

A modo de dato, se calcula por encima que en cuatro años se presentarán a elecciones, en nuestras hermandades como oficiales de junta, más de cuatro mil personas, teniendo en cuenta la posibilidad cada vez más creciente de dobles y triples candidaturas, todo ello sin contar a auxiliares de junta u otros cargos afines que multiplicarían tal cifra, asumiendo por defecto, que los tiempos electorales y los años de legislatura se respetan, algo que no siempre ocurre.

Posiblemente, en muchos casos este movimiento está más relacionado con el falso prestigio que otorgan las redes sociales, la principal adicción de este siglo, que por una tendencia vocacional de servicio al hermano, que es lo que nos debería mover a todos a dar ese paso. Y con el pretexto de “potenciar la vida de hermandad”, gran eslogan efectista, nos lanzamos a fratricidas campañas en las que sacamos lo mejor y más selecto de nuestro repertorio de desprecios, y donde no afloran mayores aportaciones de programa que el cambio de capataces o las bandas, siempre sesgados por gustos personales o falsas amistades. Y tan peligroso resulta el asalto al poder provocando una guerra nuclear a partir de los defectos de gestión de la legislatura en curso, puesto que la radioactividad está científicamente demostrada que tarda décadas en desaparecer, como aferrarse al poder a cambio de un sinfín de inversiones patrimoniales, siempre con dinero ajeno claro está, aunque la hermandad sean sólo cenizas de convivencia incendiada.

Nunca entendí cómo se puede argumentar en una hermandad el término “oposición”, se opone usted a qué, ¿a los cultos? … ¿a los titulares?... ¿a la conservación del patrimonio?... o lo que realmente se opone es a que no sea usted, sino yo, el que lidere la institución, y, por tanto, me llamen a mí a la televisión. Es la epidemia del reconocimiento social, que tan instaurada está en nuestra sociedad y para la que aún no se ha encontrado vacuna -antes está el final del cáncer que el de la soberbia- la que está lacrando la vida de nuestras hermandades, que lejos de mejorar con esas falsas promesas electorales, lo único que consiguen es enfrentar a familias de forma vitalicia y con un coste personal y emocional impagable.

Y todo con la ignominia apática de los que debería ser custodios de la fraternidad y de la fe, que no son otros que los delegados episcopales, presos de la complacencia y la inacción mientras presencian como se llena “el templo de mercaderes”. Como decía un gran antropólogo de nuestra tierra las hermandades están más intervenidas que nunca por la curia, pero, sin embargo, están más carentes que nunca de valores tanto humanos como espirituales, y a veces demostramos que no estamos preparados para regir nuestras cofradías sin tutela de Palacio.

En la ingenuidad crónica que me caracteriza, seguiré creyendo en la hermandad como lugar de encuentro y comunión para vivir la fe, donde se valoren a las personas por lo que hacen y no por lo que son, por lo que se entregan y no por lo que figuran, por lo que callan y no por lo que hablan. Suplicaré porque no nos dirijan quienes tengan intereses lucrativos que anteponen su acervo personal al común, o al que reclama su cargo porque “ya le toca”, como si de un turno en la carnicería se tratase, simplemente por relevancia social.

Como dijo un gran mentor alemán, que estará frunciendo el bigote desde el azul baratillero, ”los cargos ni se persiguen ni se rechazan”, “he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. El Evangelio está lleno de pasajes que deberían ser luz en nuestro camino de hermandad, y recoger al hermano que anduvo equivocado como el hijo pródigo, o incluso perdido como la oveja, recoger los frutos del afecto cuando se siembra en terreno arado y corresponder con amor al esfuerzo de tanto hermano anónimo, cada uno en la medida de sus posibilidades como trabajadores de la viña. Nos legaron que nos amásemos los unos a los otros como Él nos amó..., pero, sin embargo, sólo hacemos mérito para el “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Que así sea.

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