Heliópolis sin el Betis: Día 1
Los comerciantes del barrio afrontan con incertidumbre la mudanza temporal del equipo a la Cartuja
La nueva Cartuja recibe a la afición del Betis con obras hasta el último minuto
En Heliópolis, este viernes también es día de Betis. La tranquilidad contrasta con el ambiente que, desde por la mañana, se suele respirar en el barrio en jornadas como ésta. El único sonido que altera el silencio en los alrededores son los propios de las maniobras en la explanada de preferencia del estadio Benito Villamarín.
La maquinaria sigue retirando cualquier objeto que sirva de estorbo en los próximos días, pues la demolición es inminente. El equipo verdiblanco, ya asentado en la Cartuja, se ha mudado temporalmente con el ruido y el impacto de las previas que se realizaban antes de los encuentros, al otro punto de la ciudad.
Ahora, los negocios que vivían gracias a la masiva afluencia de béticos en los días de partido, se ven muy afectados sin esos ingresos. Junto a los que están cerrados a cal y canto, conviven los abiertos a duras penas, que son víctimas de una incertidumbre sobre el futuro que sólo solucionará el propio paso del tiempo.
Un proveedor, empujando el carrito con las cajas de refresco, conversa a lo lejos con una comerciante. "He perdido el 50% de las ventas desde que empezó el día", le dice a la mujer. Esa es la tónica, eso es lo que se espera de cara a unos años duros.
Raro, pero da tranquilidad
El gran contraste llega con los vecinos. Muchos de ellos han declarado en los medios durante años que los días de partido son como un infierno a partir de las dos de la tarde. Los aficionados invaden las calles de los alrededores del Villamarín y las consecuencias, imaginables en cuanto a la convivencia, son molestas y difíciles de soportar.
Ahora, sólo la obra será lo que incordie. "He nacido en frente del campo del Betis, en Padre García Tejero. Que el Betis se marche es algo raro, pero supondrá cierta tranquilidad", sostiene un residente cuando termina de comprar el periódico en un kiosko cercano.
Una pareja que ya marchaba por la calle Uruguay, atiende a este periódico y mantiene esa coincidencia. "Me quedo más tranquilo. Las obras no serán muy molestas, por lo menos para mí, que vivo a más de 200 metros", explica el hombre con aires relajados.
El final de la avenida de la Reina Mercedes ya es un lugar de notable concentración de seguidores del Real Betis Balompié cuando el equipo tiene una cita con cualquier competición. Un kiosko, junto a una tienda de alimentación que está justo en frente, se reparte una gran cantidad de las ventas que se generan en los días de Betis con el otro negocio citado. El impacto es importante pero ahora, en estas condiciones, perder dichos porcentajes, se antoja un gran reto.
No me queda otra que suplir la falta del Betis con más horas de trabajo"
Un ejemplar de Diario de Sevilla se extiende sobre el pequeño mostrador que dispone el quiosco. Jose Manuel Rodríguez, que es quien lo gestiona, no esconde su preocupación por la situación, aunque expresa cierta cautela para ver cómo se van a ir desarrollando los acontecimientos. Respecto a lo que gana con el Real Betis, se trata de "un 40% como mínimo".
La solución, cuando se hace referencia a las propias soluciones, es clara para él: "Habrá que trabajar más horas. Soy autónomo y si normalmente trabajaba de 7 a 15, ahora tendré que trabajar de 7 a 15 y de 17 a 21. No me queda otra que suplir la falta del Betis con más horas de trabajo". La palabra cierre no la contempla de cara al futuro. "Tengo una clientela fija gracias a Dios. Podré subsistir dos años", declara con cierta esperanza. Su preocupación se traslada a los que están en régimen de alquiler. "Yo temo por mis compañeros que tengan un local alquilado y no tengan ventas. ¿Cómo van a pagarlo? Es muy complicado".
Uno de esos ejemplos en cuanto a locales en alquiler se sitúa en el centro neurálgico de las previas béticas. En la calle Tajo tiene la tienda Rosario Camacho, conocida en el barrio como Rosi. Se trata de un lugar insigne. Allí, los canteranos de otras épocas compraban los bocadillos tras acabar el entrenamiento.
Ahora, sin más ingresos que los del día a día, le toca encarar esta gran cuestión. También cifra en un 40% las pérdidas. "Por aquí estaban los aficionados desde por la mañana, que eso también era muy frecuente. Eso también marca la pauta del día", explica con cara de circunstancia mientra su compañera atiende a una clienta.
No sólo son los abonados o quiénes compran la entrada del partido los que se pasan por allí: "Se van acercando los trabajadores, los cientos de muchachos que trabajan en seguridad, los de los catering... todo eso se nota", aclara con gestos de duda. "Afrontar el pago de impuestos, seguridad social y demás gastos, con la mitad de ingresos", asevera Rosario. Por otra parte, la obra también puede suponer una leve entrada de ingresos. "El hecho de que haya muchos albañiles y obreros que se acerquen y puedan pedir el pan, el agua, un refresco, poquito a poco nos ayudará a diario".
Había semanas que había tres partidos y eso lo vamos a notar"
Más atrás, en el bar Jamaica, Pepa Montes también vive con preocupación lo que está por venir. Suyo es un negocio que es muy frecuentado en las grandes tardes de fútbol. "Hemos estado hablando con los clientes hoy por la mañana, temprano, y están diciendo que no es lo mismo, que vamos a echar de menos la afición, que estaba aquí en agosto porque era el primer partido y había una alegría grande", lamenta la propietaria mientras termina de limpiar la barra.
El hecho de que el equipo de Pellegrini se haya asentado en posiciones de jugar Europa, es otro facto que daba más ingresos. A más partidos, más consumo. "A mí el porcentaje de ventas se me va a venir muy abajo cada 15 días o toda la semana, porque había semanas que había tres partidos y eso lo vamos a notar".
En la Cervecería Er Capi, situada en un lugar algo más alejado -no mucho- del estadio, aporta soluciones para los hinchas mientras asume que sus pérdidas no serán tan grandes como las de los negocios situados más cerca del campo.
En la puerta, un cartel en el que se ofrece un autobús para ir al estadio de La Cartuja por un precio de ocho euros por persona. "Esto lo hacemos sin vistas a ganar dinero, únicamente por ayudar a los aficionados", comenta Antonio Portillo, gerente, con alegría. La incógnita de los días de Betis sin Betis la despeja sin mucho pesar. "Nuestras pérdidas no serán muchas".
Quienes quizás respiren algo más son los jugadores del Betis, que pueden pasear más relajadamente por el entorno del hotel de concentración, el Al-Andalus, situado a la espalda del Benito Villamarín. Durante la mañana de este viernes, varios futbolistas dieron un paseo por la zona. Se encontraron con aficionados, firmaron alguna camiseta, pero mucho más tranquilos que si el partido fuera en Heliópolis.
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