El azulejito que falta en la Encarnación

Poco importa ya que se cambie la normativa urbanística más allá de la victoria moral de la asociación Adepa

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Cuando Sevilla es de chiste

Las Setas de la Plaza de la Encarnación con la Catedral al fondo.
Las Setas de la Plaza de la Encarnación con la Catedral al fondo. / M. G.

09 de septiembre 2025 - 04:00

El gobierno de Sanz actualizará los planes de protección urbanística de los diversos sectores en que se divide el centro histórico para cumplir una serie de sentencias judiciales firmes tras las denuncias de Adepa, la entidad conservacionista desde la que con gran mérito batalla el historiador Joaquín Egea y varios profesionales de prestigio. Se trata de garantizar la seguridad jurídica en las intervenciones en el casco antiguo. Ocurre que la Encarnación no hay quien la arregle. Se ha perdido como ha sucedido con parte de la Avenida de la Palmera. Y mucho peor, porque hoy se diría que el relato de los conservacionistas es papel mojado en el caso de las Setas. Para justificar cuanto se ha hecho basta con recordar que antes había un párking desordenado, enfangado en los días de lluvia y con ratas empadronadas. Y, además, las Setas han contribuido a desconcentrar el turismo (que se limitaba al entorno de la Catedral y el río) y revitalizar el sector norte del centro. El puñetero relato juega a favor de las Setas. Y ahora ya poco importan las modificaciones del PGOU, más allá de victorias morales de quienes luchan por el patrimonio histórico-artístico que define una ciudad, la hace distinta, singular y, por tanto competitiva. Más vale que asumamos las barbaridades con esa facilidad que acostumbramos los sevillanos, como siempre enseña Alfonso Jiménez. O que cuando se pueda (no es el caso de la Encarnación) apostemos por la restitución del patrimonio alterado, el mal menor en la tutela del patrimonio, como destaca Ignacio Medina Fernández de Córdoba. Las Setas son un hecho consumado que cuenta con el aval de una sociedad condicionada por el turismo de consumo, foto y experiencia sensorial. Ahora ya poco importa que no se pueda construir una altura más o que se modifiquen las alineaciones.

Algunos sabíamos que Adepa tenía razón desde el principio. Después lo confirmaron los jueces. Y ahora el gobierno cumple con lo debido. Pero la victoria se la llevó el alcalde Monteseirín. Defender ahora que se pudo haber apostado por otro proyecto en esa gran plaza del centro resulta inútil y conduce a la frustración. Los turistas preguntan dónde están las Setas con la frecuencia con que antes querían saber cómo llegar a la Carbonería. Cualquier día hay que cambiar el nombre de la plaza para que sea ‘Plaza de las Setas, antes Encarnación’. Hay que elevar en el nomenclátor a la categoría de normal lo que para los turistas y sevillanos es normal, dicho a lo Suárez (Adolfo). Y que el rótulo consista en un hermoso azulejo, de estilo clásico trianero, con el NO&DO y un dibujo del antiguo mercado. ¡Precioso todo! Y encargemos dos o tres crónicas del acto para exaltar la sensibilidad de una ciudad aliada de la belleza. Conecten las risas en off.

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