Cuando la bata del estudiante cotiza
El singular retablo de Sevilla que busca ayuda para una necesaria restauración
Los carmelitas calzados del Buen Suceso necesitan apoyo para recuperar una joya realizada en 1730 por José Fernando de Medinilla con treinta y seis lienzos pintados por Domingo Martínez
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Una joya que hay que recuperar. Los carmelitas calzados buscan ayuda técnica y económica para restaurar el retablo mayor de la iglesia del Buen Suceso. Se trata de una pieza que es única en Sevilla por su especial concepción. Fue realizado alrededor de 1731 por José Fernando de Medinilla y cuenta con 36 lienzos sobre la genealogía de Jesucristo pintados por Domingo Martínez, algo que hace del retablo una pieza única y de un valor histórico, artístico y devocional excepcional.
La comunidad carmelita calzada del Buen Suceso, que es heredera del convento Casa Grande del Carmen o de San Alberto (no confundir con los descalzos del Santo Ángel) no puede acometer en solitario la restauración del retablo, por lo que necesitan ayuda para realizar el estudio y el proyecto correspondiente, como y para desarrollarlo posteriormente. Con esta intervención, Sevilla recuperaría una obra imprescindible y única del barroco que se encuentra en un templo que también es de primer orden, como pudieron descubrir recientemente los muchos sevillanos que la visitaron durante la estancia del Señor de las Penas por el 150 aniversario fundacional de la hermandad en el extinto Convento Casa Grande del Carmen de la calle Baños.
El prior provincial de los carmelitas calzados, David del Carpio Horcajo, explica la singularidad del retablo y la necesidad de intervenirlo para que recupere sus valores estéticos tan degradados por el paso del tiempo: “La iglesia estructuralmente está bien porque se arregló hace unos años. El retablo y las pinturas murales sí están mal. Algunas veces cae arenilla o algunos restos. La iluminación también es muy mala. El retablo principal está muy sucio oscurecido. También faltan algunas molduras o están rotas”.
La monumental obra pictórica desarrolla la genealogía que proyectara San Mateo, representando a los 40 patriarcas que precedieron a Jesús. Los personajes de esta extensa genealogía incluyen a: Abraham, Isaac, Jacob, Judá, Farés, Esrom, Jesé, Aram, Aminadab, Naasón, Salmón, Booz, Obed, David, Salomón, Abiá, Roboam, Asaf, Josafat, Joram, Joatán, Acaz, Ezequías, Manasés, Amón, Josías, Jeconías, Salatiel, Zorobabel, Abiud, Eliakim, Azor, Sadoc, Aquim, Eliud, Eleazar, Mattán, Jacob y San José.
Además de la genealogía, en un arco interior de la parte superior se encuentran tres cuadros esenciales para entender el origen de la orden y la devoción: la Aparición de la Virgen del Buen Suceso, la Presentación de la Virgen al papa por los hermanos obregones, y la Entronización de la Virgen del Buen Suceso en Madrid.
Hace alrededor de una década se realizó un estudio sobre el estado del retablo mayor de cara a una futura restauración que nunca se llegó a acometer. Este análisis hay que volverlo a hacer por el tiempo que ha pasado. Durante la estancia del Señor de las Penas en el templo el alcalde, José Luis Sanz, realizó una visita. Allí fue informado por los padres carmelitas del mal estado del retablo. Sanz se habría mostrado interesado por la situación y habría explicado las ayudas que la Gerencia de Urbanismo concede actualmente para la rehabilitación del patrimonio religioso, y especialmente, el conventual.
Además del retablo mayor, como destaca el prior, las pinturas murales del templo también necesitan una intervención. Los frescos originales de Domingo Martínez se perdieron, tan sólo se conservan algunos restos en el sotocoro. Los actuales los hizo entre 1920 y 1936 el pintor carmonense Antonio Rodríguez Gutiérrez.
El antiguo Hospital del Buen Suceso
Ubicada en la collación de San Pedro, esta iglesia se erige hoy como el único vestigio que ha sobrevivido del antiguo Hospital del Buen Suceso. Este templo, cuya construcción se inició tras el derribo de la antigua capilla en 1690 y fue inaugurado solemnemente el 8 de septiembre de 1730, no solo representa un hito arquitectónico del barroco sevillano, sino que también es un tesoro artístico.
El origen del hospital y su advocación está intrínsecamente ligado a la Mínima Congregación de los Hermanos Enfermeros Pobres, fundada por Bernardino de Obregón en 1568 con la misión de atender a los convalecientes en los hospitales. A esta congregación le fue entregada la gestión del hospital general de Madrid en 1587.
La devoción a la Virgen del Buen Suceso nació en 1606, cuando dos hermanos del hospital de Madrid, Juan de Fontanet y Guillermo Martínez Rigola, emprendieron un viaje a Roma para obtener la autorización papal del distintivo de su orden. Durante una tormenta en la sierra de Traiguera (Castellón), se refugiaron entre unas peñas donde milagrosamente encontraron una imagen de la Virgen. Al presentarla al papa Pablo V, este exclamó: “Hermanos, buen suceso habéis tenido en vuestro viaje. Téngalo también vuestra pretensión”. El papa se quitó una cruz de oro que llevaba y la colocó sobre la imagen. La imagen fue entronizada en la iglesia del hospital general de Madrid en 1607, dando lugar a la creación de una hermandad titular. Un cuadro de Domingo Martínez en el templo sevillano documenta este hecho fundacional de la devoción.
La expansión de la orden llevó al superior de la congregación y hermano mayor del hospital general de Madrid a enviar al hermano lego Carlos de Urreón a Sevilla en 1634 para fundar un hospital para convalecientes. Urreón solicitó la autorización al cabildo sevillano en 1635, siendo autorizado finalmente en 1637. Por esa época, se fundó también la Cofradía de Nuestra Señora del Buen Suceso de Sevilla. La Virgen se veneraba inicialmente en un tabernáculo en la fachada de una casa en la calle Ejecutor Vega (actual Ortiz de Zúñiga). El cardenal Gaspar de Borja y Velasco autorizó la fundación del convento de la congregación y su unión con la cofradía. Los obregones adquirieron finalmente unas casas en la plazuela del Mesón de la Castaña para edificar su hospital.
La iglesia que vemos hoy es resultado de las obras iniciadas en 1690, que incluyeron el derribo de la primera capilla debido a su mal estado. En estas obras intervinieron figuras clave del barroco sevillano, como los arquitectos Leonardo de Figueroa, Pedro Roldán y su hijo (también llamado Pedro Roldán), y el pintor Domingo Martínez. La portada de la iglesia es considerada característica del estilo de los Figueroa, incluyendo a Leonardo y Antonio Matías, quienes también trabajaron en el Salvador y San Luis. La nave está sustentada por veinticuatro columnas de mármol rojo de Morón de la Frontera, obra de Pedro Roldán padre e hijo. La inauguración en 1730 fue celebrada con actos festivos solemnes que duraron ocho días.
El interior del templo también se embelleció con la ayuda de José de Villar, quien financió cinco retablos laterales encargados a Medinilla y realizados entre 1732 y 1733. La iglesia es depositaria de varias joyas del arte barroco. Entre las esculturas se encuentran piezas destacadas procedentes del antiguo convento de San Alberto, de los carmelitas. De Alonso Cano se conservan San Alberto de Sicilia y Santa Teresa de Jesús, ambas realizadas hacia 1628-1629. De Juan Martínez Montañés se encuentra el grupo de Santa Ana con la Virgen María, datado entre 1632 y 1633. No obstante, la figura de la Virgen María de este conjunto, obra de Duque Cornejo, fue destruida en 1931 por grupos anticlericales y posteriormente sustituida por una copia de Rafael Barbero. También se hallan en la iglesia esculturas atribuidas a Bartolomé García de Santiago de hacia 1733, como San Juan Evangelista y Santa María Magdalena.
El hospital fue objeto de Desamortización en 1835. Aunque se planeó su derribo, la intervención de la Junta de Beneficencia de Sevilla lo impidió temporalmente. Fue alquilado a Francisco de Abaurrea, quien lo transformó en una casa de vecinos, si bien conservó la iglesia. Finalmente, el hospital fue vendido a José Capdevila, quien procedió a su derribo. Parte de la parcela se utilizó para reformas urbanísticas del siglo XIX, como la ampliación de la calle Ortiz de Zúñiga y la plaza de Argüelles (hoy Plaza Cristo de Burgos).
La iglesia sobrevivió, aunque su uso cambió drásticamente: tras la Revolución de 1868, fue destinada a local de reuniones del batallón de voluntarios del distrito de San Pedro y a almacén de objetos incautados. Entre 1883 y 1895, monjas mercedarias se instalaron allí. Finalmente, el 16 de julio de 1896, el cardenal Marcelo Spínola entregó el templo a los carmelitas calzados, quienes residen en una casa contigua a la iglesia, asegurando su permanencia y culto.
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