Un buen plan sin manijero: contra el desorden, intensidad y pegada

El empate contra el Elche deja la botella medio llena para Almeyda en su proceso de construcción de su Sevilla, un equipo agresivo que sufre cuando le rompen la línea de presión: sin un ‘6’ de garantías, sigue incapaz de templar los partidos

Dispar criterio de Alberola entre el posible penalti a Rubén Vargas y el gol anulado a Isaac

Nianzou se tira ante André Silva, hostigado por Mendy con Gudelj de testigo. / Antonio Pizarro

“Este es el camino. De aquí para arriba”. La frase de Matías Almeyda fue un aldabonazo de optimismo después del empate del Sevilla con el Elche. El argentino no ha podido romper la mala racha que arrastra el equipo nervionense. Almeyda tiene claro cuáles son los males endémicos de una plantilla, de un club, que viene arrastrando un cúmulo de inconvenientes que van de lo institucional a lo económico, un grave problema de fondo que se convierte en desconfianza, en nerviosera que emana de la grada al césped en cuanto hay un traspié en forma de gol del rival. Sobre todo en casa. Por eso El Pelado sabe que esto no se arregla de un día para otro. Y sigue confiando en su plan pese a la carestía recurrente de la falta de un organizador del juego.

El Sevilla de Almeyda, como demostró en Bilbao, en Gerona y también frente al Elche, es un equipo pegador. Isaac, titular a la fuerza por la baja de Akor Adams, se ha sacudido los fantasmas de su pelea con el gol. Cuatro realizó contra el Elche, aunque sólo subió uno al marcador, que se suma al de Montilivi. Por ahí parece que no debe haber problemas. Alfon, Peque, Agoumé... ya han visto puerta en espera del goleador de la pretemporada. Y el plan de la presión arriba sigue dando frutos. El verdadero problema para el equipo sigue siendo cuando, con esa idea de presionar en el campo contrario, con Agoumé incluso actuando a veces en punta para hostigar la salida de la defensa rival, ve rota esa línea y llega el desorden. Y también faltó temple con el 1-0 para parar un partido frenético, sin manijero.

El propio Almeyda lo reconoció en la sala de prensa del Sánchez-Pizjuán. Y abundó en ello también en la entrevista a los medios del club. En esta habló de ese lastre arrastrado de la desconfianza. “Entiendo el momento y hay que salir de a poco. Habría sido perfecto ganar porque lo habíamos hecho bien, sobre todo el primer tiempo. Anulamos a un rival que juega bien, que nos rompía en la presión pero en el primer tiempo pudimos hacer un gol más”, dijo. Ahí, cuando el Elche superaba a los adelantados Isaac, Rubén Vargas, Mendy, Agoumé o Juanlu, es cuando se producía el desorden. Y con poco el Elche marcó dos goles. “No nos crearon peligro. En el segundo se abre un poco más, hay una acción desafortunada, pero me quedo con la actitud y la entrega”, añadió el argentino.

Almeyda está siendo valiente en su puesta en escena como entrenador del Sevilla. Se atrevió a cambiar el dibujo para disponer una línea de tres centrales y dos carrileros por las circunstancias del rival y de su plantilla, con Suazo recién llegado de su largo viaje transoceánico y sin relevo específico para el lateral izquierdo. Arriesgó ubicando en el carril zurdo a Alfon, sin recorrido para ese rol. Arriesgó también confiando en Mendy por delante de Gudelj. Y confió en darle la titularidad a otro recién llegado como Azpilicueta, junto a un futbolista que parecía llamado a rellenar la plantilla como Marcao, y a esa eterna promesa que responde por Nianzou y que llevaba casi un año sin competir.

El argentino sorprendió con la alineación. El expectante sevillismo que ya duda de todo y se esperó lo peor cuando vio de nuevo juntos a Marcao y Nianzou, en el que el técnico tiene muchísima confianza. “Nos dio muchísima seguridad y me hubiera gustado que hubiese seguido en el partido”, dijo.

Y la puesta en escena fue agresiva. ¿Qué le faltó a un Sevilla que atacó, de forma vertical, mucho más que el rival y que incluso logró que Isaac marcara cuatro goles? Pues parece que orden y temple, algo que sólo puede dar un 6 de garantías que sigue sin tener –Mendy pareció más de robo y toque que de posición– o un organizador de juego que tampoco tiene. El hecho de que el último día de mercado Antonio Cordón preguntara por las condiciones de Amrabat, imposible por el límite salarial, habla de que el técnico sabe que ahí hay un agujero.

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