Se busca terapia contra el fatalismo del Sevilla

Frenar la nerviosera de sus dos últimas citas en casa, con la presión contraproducente de una afición volcada, es clave para afrontar las cuatro últimas jornadas con la tranquilidad que da su colchón de puntos

En el Sevilla sobran nervios y falta calidad

Kike Salas alza las manos al cielo tras el gol de Isaac al Leganés. / Antonio Pizarro

Más sabe el diablo por viejo que por diablo, dice el refrán. Y quizá eso explique por qué Joaquín Caparrós terminó valorando positivamente el punto que ganó el Sevilla frente al Leganés, con la jugada de Diomandé bien fresca en la retina de todos los sevillistas, y también contra el Alavés en su anterior cita en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Nunca antes ha rimado más Nervión con nerviosera. Y eso que el sevillismo está respondiendo a lo grande. La impresionante muestra de apoyo de la afición blanquirroja pareció inflamar los nervios del equipo, que no tiene ni la confianza ni la calidad para afrontar cada partido como si de una final se tratara, como si fuera el último. El del Leganés, y sólo hay que mirar la clasificación y ver el colchón que mantiene el Sevilla aún con los puestos de descenso, no lo era del todo.

En el actual manicomio del Sevilla como entidad, a los futbolistas habrá que ponerles orejeras como a los caballos en los tiros que pasean desde hoy por el real de la Feria. Mirar el calendario está prohibido. Pensar en jugársela en los dos últimos partidos contra Real Madrid y Villarreal sólo serviría para acentuar el estado general de nervios, la única situación que explica que el Sevilla regalase los dos goles al Leganés –previas faltas inexistentes en ambos casos, también es cierto– y que fallase la cantidad de ocasiones que tuvo para marcar, en particular en las botas del futbolista de mayor calidad de la plantilla, Lukébakio. Urge, por tanto, una terapia contra el fatalismo y focalizar cada partido con la tranquilidad que aún debe dar el colchón de seis y siete puntos respecto a Las Palmas y Leganés con doce en juego. Aún no es hora de hacer cuentas.

Esa terapia debe incluir olvidar la pésima racha como local que arrastra el Sevilla de ocho encuentros consecutivos sin ganar. Es imposible pensar que esto no lastrara las piernas de los futbolistas viendo los errores groseros que se concatenaron en la consecución de los dos goles del Leganés o en esa jugada final en la que el equipo pepinero casi mete en un lío gordo de verdad al Sevilla con la ocasión fallada por Diomandé y tras la salida fallida de Nyland con todo el equipo volcado en el minuto 95, en plan suicida. Esa sensación de barrera irrompible pesa sobre el Sánchez-Pizjuán como una nube tóxica y el cuerpo técnico bien hará en aplicar toda su experiencia para tratar de meter aire limpio en el vestuario y que los pulmones de los jugadores mantengan esa pureza cuando salten al campo contra Las Palmas el martes posterior a la visita a Vigo, pase lo que pase con el Celta este sábado de Feria.

De momento, y para destacar algo positivo entre tanto fatalismo, hay que resaltar que a Caparrós le ha salido bien la jugada de sentar en el banquillo a Isaac. Su irrupción en el terreno de juego en la segunda parte, gol incluido después de más de un año sin marcar en el Sánchez-Pizjuán, fue un soplo de aire fresco, una inyección de energía para un equipo que necesita toda la ayuda posible. Porque no sólo fue el desmarque y el gol. El lebrijano participó en muchas acciones ofensivas rompiendo líneas con su brío y sus gambeteos en carrera y el gol debe venirle bien para quitarle la ansiedad.

Otro aspecto positivo es que el utrerano acertó dándole los galones a Suso y apostando por Kike Salas como central. El moronense fue el defensor más firme en la nerviosera general y encima tuvo el gol de estrategia, una situación que hacía mucho que no disfrutaba el Sevilla. Fue como si el equipo se agarrase en la tormenta al flotador que le ofrece su cantera.

La actual plantilla tiene muchas carencias y Víctor Orta parece ya más que amortizado. Ya se verá cuál es la gestión para la próxima planificación. Primero hay que asegurar la permanencia y para ello cabe recordar que el Sevilla tiene la calidad suficiente para seguir vivo por sí mismo, sin estar sobrado de ella. Caparrós debe convencer de ello a la plantilla conjurando los nervios y el fatalismo.

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