Morante y Roca Rey: un duelo demorado
COMPETENCIA
El genio de La Puebla y el paladín limeño, que no se veían las caras en un ruedo desde el encontronazo de El Puerto de Santa María, dirimirán sus diferencias en la plaza de la Maestranza
Morante y Roca Rey: de lo que todo el mundo habla...
Morante y Roca Rey no se ven las caras en un ruedo desde el 9 de agosto en El Puerto de Santa María, la víspera de la grave cornada de Pontevedra que iba a partir la temporada del cigarrero en dos demorando su primera reaparición hasta el pasado 3 de septiembre en Melilla. Problemas de cicatrización obligarían a un nuevo corte que impidió el reencuentro de los dos gallitos del corral en Valladolid y Albacete. El duelo volvía a demorarse con una cita subrayada en rojo en la agenda: la de este domingo en la plaza de la Maestranza.
El definitivo vis a vis viene espoleado por la polémica que alimenta una temporada en la que se han dosificado los encuentros entre ambos mariscales. Nada que no se sepa aunque conviene poner el asunto en antecedentes. Las primeras chispas habían saltado a finales de julio en Santander, a raíz de la pretensión de Morante de ocupar el puesto de Cayetano -no podía actuar por encontrarse lesionado- en la corrida del día 26 junto al propio Roca y Ortega, con el que ya había actuado mano a mano en su primera cita santanderina. La estrategia del genio cigarrero para optar a ese hueco pasaba por ofrecerse a torear gratis, donando sus honorarios a alguna entidad benéfica de la capital cántabra.
Morante se encontraba en ese momento en París ultimando algunos detalles de la ornamentación del monumento de Antoñete que ultima Martín Lagares y se inaugurará el próximo 12 de octubre junto a la plaza de Las Ventas. Contactó con la alcaldesa de Santander, la muy taurina Gema Igual, que acogió con agrado e interés esas pretensiones. Pero el asunto no era tan fácil. José María Garzón, gerente de Lances de Futuro, consultó con Roca Rey que pidió esperar al resultado del festejo del día de Santiago -El Cid cortó las orejas a un gran toro de Victorino y se ganó el puesto- antes de tomar una decisión definitiva.
En el envite se ocultaban otras estrategias. Morante, perro viejo, estaba haciendo su particular prueba del algodón. Quería testar el supuesto veto de Roca Rey, que desde ese momento empezaría a sentir una hostilidad del público y una contestación inéditas en su carrera. El Cóndor se apresuraría a descartar cualquier manejo en unas declaraciones posteriores. Negaba cualquier tipo de rivalidad personal con el veterano diestro de La Puebla recalcando que ya habían toreado varias tardes juntos en el año y aún les quedaban varios carteles por compartir. Tampoco eran tantos.
Maestro, fúmese un purito...
Pero los acontecimientos se iban a desatar algunos días después. Fue ese 9 de agosto en la Plaza Real del Puerto de Santa María, escenario de la definitiva ruptura de hostilidades entre el astro limeño y el genio de La Puebla. Compartían cartel con Daniel Crespo, el prometedor diestro local, en un festejo que caminaba por sendas triunfales. En la lidia del cuarto, a la salida de la tercera entrada al caballo, Roca consideró que tenía derecho a su quite de rigor explayándose en un puñado de lances que hicieron hervir el agua del cigarrero. Morante se lo iba a recriminar después entre barreras. La respuesta del peruano ya figura en el rico anecdotario taurino: "maestro, fúmese un puro despacito..."
Al día siguiente llegaría la cornada en Pontevedra, abriendo un indeseado parón que concluyó el 3 de septiembre, fecha de su demorada reaparición en Melilla. Fueron 24 días en los que Morante, sin torear, siguió llenando las plazas al conjuro de su nombre. Mientras tanto, en la ausencia de su rival, Roca Rey dictaba su propio pronunciamiento con su triunfo bilbaíno en una temporada que se ponía cuesta arriba.
Desde el agarrón de El Puerto habrá pasado más de mes y medio; Morante y Roca Rey no han vuelto a verse las caras en un ruedo y la tensión se ha seguido abonando. El cigarrero confesó en una entrevista como le había sentado lo del purito: a cuerno quemado. La reconciliación dista de estar cerca. No pudo ser en Valladolid; tampoco en Albacete. En esa tesitura la cita de Sevilla cobra una dimensión añadida y convierte en competencia pura y dura lo que, en otras circunstancias, sería una tarde de recogida en el confín de la temporada. Ambos espadas detentan el máximo tirón taquillero de la campaña aunque Morante ha ganado la mano en alguna plaza. Sea como sea, el ambiente creado está propiciando un año excepcional en las taquillas que agotan en papel día a tras día. 2025 es, además, el año de la plenitud artística y profesional de Morante de la Puebla que ha logrado una impresionante regularidad en la que ha sumado la victoria en la estadística con la altura artística de sus trasteos. Ambos, por cierto, llegan a Sevilla arrastrando las secuelas de sus propios percances; tan picados como molidos. El limeño, de hecho, ha tenido que desistir de torear en Logroño. Pero caerse del cartel del Sevilla no es ninguna opción.
Quedaba pendiente este duelo, la revancha, el nuevo cuerpo a cuerpo con Morante que se dirimirá en Sevilla. Los billetes ya están más que agotados y la reventa a echado humo. Hay una postrera cita en la agenda, a guerra vencida: será en Úbeda, poniendo a Juan Ortega como testigo de un nuevo vis a vis para estoquear un doble envío de Jandilla y Juan Pedro Domecq.
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