Cabrero, misión cumplida

La gestión ha sido ejemplar por reparadora, eficaz y rápida

Las gildas conquistan Sevilla

La Sevilla sin sentido del humor

José Antonio Fernández Cabrero.
José Antonio Fernández Cabrero. / Juan Carlos Muñoz

09 de diciembre 2025 - 04:00

La crisis estalló el día de San Luis. Sábado, 21 de junio, con todo el calor azotando el ambiente. En 24 horas vimos tres rostros de la Virgen de la Esperanza. La historia es suficientemente conocida. El enojo era más que comprensible. La tristeza, justificada. No conocíamos una crisis parecida. Todo adquirió tal intensidad que vimos la polémica en The New York Times. Todo cuanto ocurre a la Macarena trasciende las murallas y llega a a ultramar. El gran desafío era resolver el desaguisado en medio de la tormenta, mantenerse de pie, ordenar las prioridades, gestionar y capear los temporales externos e internos. Y José Antonio Fernández Cabrero lo ha conseguido. Hay empresas muy reputadas que se dedican precisamente a la gestión de crisis de todo tipo, sobre todo las reputacionales. Siempre piden paciencia a sus clientes, que recurren a estas entidades cuando tienen el agua al cuello, están marcados por la ansiedad y de lo que menos tienen es precisamente tiempo. Cabrero se armó como pudo de una coraza para organizar el comité de expertos, designar al mejor restaurador, buscar el apoyo del IAPH por medio de la Consejería de Cultura, convocar un cabildo general extraordinario, lograr el respaldo masivo de los hermanos y tener todo listo el 8 diciembre para dejar una Macarena perfecta para muchos años. Hoy tenemos una Esperanza mejor que hace ocho años porque el proceso, que nadie hubiese deseado tener que afrontar, ha permitido la realización de estudios nunca antes efectuados.

El desastre se le reprocha a la junta de gobierno, el éxito de la restauración a Manzano. Pero la gestión de la crisis, con todos los enfrentamientos, retos y sufrimientos que ha conllevado, merecerá un reconocimiento aparte por la celeridad y la eficacia. Siempre hemos referido que Cabrero es una suerte de excepción cántabra en la Macarena, un caso singular (extraño si prefieren el término) porque no es un cofrade al uso, no ha tenido nunca un sucesor de su estilo porque sencillamente es eso: una excepción. Tal vez algún día deba escribir cuanto ha vivido estos meses, la fiereza y vehemencia de la que ha sido víctima, los apoyos que ha recibido, la tibieza de algunos que le habrá o no sorprendido... Hay muchas cosas que no han sido normales: ni la bajada de guardia de la junta de gobierno, que no pudo reaccionar en primera instancia, ni la fiscalización desmedida y los juicios sumarísimos que se han celebrado no ya las barras de las tabernas, sino en lugares llamados a exhibir más rigor. Se puede ir Cabrero con el ánimo tranquilo y la cabeza alta. Controló a duras penas las llamas, apagó el fuego y logró reverdecer la pradera. Tal vez algunos echen de menos estos meses de hostilidad y rabia, pero todo se ha arreglado con gran satisfacción. La gestión ha sido ejemplar por reparadora. Quizás algunos nunca le perdonen la Esperanza con la que ayer nos reencontramos, como tampoco le pasarán por alto a este cántabro haber sacado los restos de Queipo y Bohórquez por exigencia legal, pero sin cámaras de testigo como hubiera deseado el Gobierno de España.

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