El sevillismo reactiva la belicosidad y a Almeyda ya le aprieta la camisa
La afición demostró en Almendralejo que está más viva que un club y un equipo que va a Mestalla con siete bajas y en la peor racha tras de sumar tres puntos de los 18 últimos
Juanlu, séptima baja en Mestalla: sufre una lesión en el aductor
La derrota en el derbi ha hecho mucho más daño del que pueda imaginar Matías Almeyda. El domingo 30 de noviembre queda marcado como el día en que el desencanto del sevillismo quedó larvado en espera de otro partido en el que poder lavar la ropa sucia de la casa sin que esté el vecino delante. Y ese desencanto ya afecta a Matías Almeyda. Al entrenador argentino le dio un amplio margen una afición que lleva ya más más de tres años desengañada en lo deportivo y en lo institucional. La grave crisis institucional ha seguido su curso hasta llegar a la situación actual de punto cero en espera de la venta del club al mejor postor. Y la deportiva hizo una parada con el argentino. Pero el sevillismo, más vivo que el club como demostró en Almendralejo, ya no espera más.
Allí se escenificó la frustración actual de forma muy señalada y peculiar. Todo lo que no estalló el sevillismo en el derbi lo hizo en el Francisco de la Hera. La celebración de los dos goles en la primera parte por parte de los más de 4.000 sevillistas desplazados que llenaron uno de los goles al conjuro de Reyes y de un Sevilla al que no quieren abandonar fue sonadísima: Los cantos de guerra “¡Júnior, vete ya!” y “¡directiva, dimisión!” volvieron a sonar con fuerza después de ese ínterin de remanso que ha habido al inicio de esta Liga en espera de que Almeyda respondiera a las elevadas expectativas.
Pero contra el Extremadura se evidenció que poco se puede esperar en estos momentos de este Sevilla. “Hasta que la muerte nos separe”, rezaba el lema de la pancarta en el inicio del partido. Un guiño de un sevillismo con más pulso que el club.
La aventura sevillista en la cercana Almendralejo dejó dos atisbos crudos de la actual realidad del club y del equipo: un nuevo lesionado muscular en la persona de Juanlu que asciende la suma de bajas por lesión a seis, siete con el sancionado Isaac, para Mestalla; y que el sevillismo ha retomado la belicosidad. Ya ni siquiera Almeyda se erige en el único parapeto que les queda a José María del Nido Carrasco y a Antonio Cordón, cuya silenciosa gestión ya está muy señalada.
El Sevilla, en este contexto prebélico que se escenificó en el Francisco de la Hera, arribará a Valencia con la obligación de romper una pésima racha, pues ha sumado tres puntos, los del sufrido triunfo contra Osasuna, de los 18 últimos jugados. Cinco derrotas y una victoria se contabilizan desde la ficticia y dañina goleada sobre el Barcelona, cada vez más definida como un accidente del fútbol de difícil explicación. Además, ya es el Sevilla más goleado de la Liga de tres puntos...
Almeyda, errático en sus últimas lecturas y análisis de partido, lucha contra la dinámica negativa con alguna frase rimbombante. “Soy un luchador, esta silla no se la entrego a nadie”, dijo la víspera del encuentro copero al analizar la situación tras la dura derrota del derbi. Pero a lo que no debe aferrarse es a un sistema que está castigando muchísimo a un equipo con una calidad muy limitada y que está asaeteado por las lesiones musculares: algo tendrá que ver el cuerpo técnico y su preparación física, aunque lo psicosomático pesa mucho y la tensión propicia las lesiones de este tipo. En Valencia debería haber giro táctico.
Las siete bajas seguras en Mestalla invitan a la vuelta al dibujo de tres centrales. La baja de Juanlu se suma las de Nianzou, Marcao, Suazo, Rubén Vargas, Januzaj, todas por lesión, e Isaac por sanción. Oso se reivindicó como lateral izquierdo en Almendralejo. ¿Pero soportará la presión de ser titular ahí en Mestalla? Quizá la solución sea que él y Carmona ocupen los carriles con tres piezas en el eje de la zaga. Pero es que para ello sólo cuenta con Azpilicueta, el poco fiable Cardoso y Kike Salas, a no ser que tire de Castrín o Ramón Martínez. La papeleta es gorda, y la camisa ya aprieta a Almeyda.
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