Análisis de las manifestaciones vecinales por la inseguridad

Las redes de la ira

  • Los movimientos vecinales contra la inseguridad se retroalimentan a través de las redes sociales, whatsapp y, en ocasiones, bulos

  • Los delitos no han subido en 2018 en Sevilla

Las imágenes de la manifestación de Pino Montano

Las imágenes de la manifestación de Pino Montano / Juan Carlos Muñoz

Sevilla es una ciudad relativamente segura. Más de un tercio de los delitos que se denuncian son hurtos, es decir, robos cometidos al descuido y sin violencia. La tasa de homicidios es muy baja en comparación con las grandes ciudades y, por supuesto, con otros países, y no hay demasiados robos violentos en los que resulten heridas las víctimas.

La delincuencia que padece la ciudad es más bien de baja estofa. El centro está lleno de carteristas y timadores y siempre habrá alguien vestido de revisor del gas dándose una vuelta por los barrios para estafar a alguna anciana. Pero lo cierto es que las estadísticas de criminalidad no revelan ningún repunte de los delitos en lo que va de año.

Sin embargo, varios barrios de Sevilla se han levantado en los últimos meses pidiendo una mayor seguridad ciudadana. Como si fueran los años ochenta, en los que cualquier adolescente tenía miedo de encontrarse a un yonqui que le colocara una navaja en el cuello cuando regresara a casa.

O cuando un coche conducido por una mujer no podía pararse en un semáforo de la avenida de Andalucía porque le robaban el bolso dándole una pedrada al cristal, en una práctica que comenzó a conocerse con el nombre de semaforazo. O cuando cada día había decenas de tironeros en motos acechando a cualquier mujer a la que echarle mano al bolso, sin importar si terminaban arrastrándola varios metros por la acera.

¿Qué ha pasado para que, con las estadísticas indicando cada año un paulatino descenso de la delincuencia, cientos de vecinos salgan a la calle pidiendo más seguridad? Básicamente ha ocurrido que esos datos objetivos que reflejan las estadísticas no coinciden con la percepción ciudadana, que siente que Sevilla no es una ciudad segura por mucho que lo digan los índices de criminalidad. Unos cuantos robos pueden generar en cualquier momento una alarma social que está muy por encima de la realidad objetiva.

Si a ello se le une un cierto interés político, la tensión está servida. El Ayuntamiento informó esta semana de que ha detectado la creación de más de 70 perfiles falsos de Twitter y Facebook que difunden mensajes de odio que alimentan esa alarma social. Sobre todo eran mensajes destinados a calentar a los vecinos de zonas como la Macarena y de Pino Montano. Algunos con contenido muy radical y de extrema derecha.

Ambas zonas, como antes ocurrió en Bellavista, que también salió a la calle contra la inseguridad en primavera, son feudos tradicionales del PSOE. Queda menos de un año para las elecciones municipales y cualquier movilización ciudadana es aprovechada por políticos de uno y otro bando para sumar votos. Los representantes de todos los partidos hacen muy bien en acompañar a los vecinos en sus quejas, muy lícitas en su mayoría, pero la campaña de desinformación a través de las redes tiene un eminente sesgo político.

Son dos situaciones absolutamente distintas. Por un lado está la Macarena, donde los vecinos están hartos de los problemas de convivencia y sociales generados por los indigentes que duermen en el albergue municipal y en otros centros sociales de la zona. Es un asunto recurrente de cada verano, pues con el calor hay más personas que deciden pasar la noche en la calle.

No es algo delictivo, sino social. Puede que no haya un incremento de robos, pero es evidente que una persona no se siente segura si para entrar en su casa tiene que pasar delante de un grupo de indigentes borrachos y semidesnudos que lleva horas bebiendo alcohol y consumiendo drogas. Ni tampoco se sentirá segura si pasea con su hijo y ve a dos personas practicando sexo en mitad de la calle. O si se encuentra cada mañana su portal lleno de orines y de excrementos. O si tiene que pagar cada día el impuesto revolucionario de los gorrillas para dejar su coche aparcado.

Dice el concejal Juan Carlos Cabrera que no puede impedir que alguien duerma en la calle, pero no dice que sí puede mandar a la Policía Local a que disuelva una concentración de personas bebiendo alcohol en la vía pública. Ni que puede ordenar a sus agentes que hagan algo contra los gorrillas, a los que apenas han multado durante todo el mandato. Cierto es que las multas no funcionan porque no se pueden notificar al carecer de domicilio fijo. Tendrá entonces que ampliar la zona azul, pero ha de hacer algo.

Por otro lado, está Pino Montano, que tampoco sufre un problema nuevo. El origen de casi todos los males de la seguridad de este barrio es el asentamiento chabolista del Vacie. Loable es el trabajo que está realizando el Consistorio en el poblado, que ha reducido a la mitad y del que ha sacado a muchas familias. Pero las que han salido son las más normalizadas. Entre los que quedan hay delincuentes, en su mayoría viejos conocidos de la Policía, que los ha detenido desde niños.

Cuando alguno de estos delincuentes sale de prisión o del centro de menores en el que esté recluido, vuelve a robar, y suele hacerlo en el barrio que tiene más cerca, es decir, en Pino Montano. Pero que hayan sucedido varios robos (uno de ellos con bastante violencia, en el que apuñalaron a la víctima hasta siete veces) parece poco motivo para convocar dos manifestaciones seguidas.

Máxime cuando la Policía ha detenido ya a uno de los autores de dos de estos robos y a otro que atracó a tres grupos de jóvenes en el Parque del Alamillo, ha incrementado su presencia en el barrio y ha cerrado durante una tarde el Vacie, en un mensaje claro a los delincuentes.

Sin un calentamiento previo en las redes sociales, difícilmente estas manifestaciones habrían tenido seguimiento. En Suecia acaban de celebrarse unas elecciones precedidas de una campaña electoral que ha estado marcada por las noticias falsas. Una de cada tres noticias publicadas durante la campaña eran fake news distribuidas por las redes sociales.

Lamentablemente, parece ser el sino que llevan las próximas batallas electorales en las sociedades occidentales. Ya estamos asistiendo a infinidad de bulos que se difunden por whatsapp a miles de teléfonos móviles. Quienes los lanzan no pueden dejar pasar la oportunidad de utilizar un tema tan sensible como la seguridad para generar más crispación.

Jugar con este asunto es jugar con fuego. Y en Sevilla hay precedentes. No en la capital, pero sí en la provincia. Ocurrió a principios de año en Pedrera, donde una multitud enfervorecida (y calentada por intereses políticos) quiso linchar a todo el colectivo rumano del pueblo porque tres de sus miembros habían agredido el día antes a un matrimonio con el que habían tenido un accidente de tráfico. Aquello fue una verdadera jauría humana, en la que pudo haber un muerto si los rumanos no se hubieran escondido a tiempo. Una multitud enfervorecida y descontrolada no puede traer nada bueno.

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